Muchos técnicos en Venezuela se quejan (con razón) del escaso tiempo con el que cuentan para trabajar entre un torneo y otro. Toca reforzar a los equipos que van a jugar Copa Libertadores en menos de un mes y la preparación física del grupo deben hacerla con las fiestas navideñas en el medio de la planificación. Pero en ese corto período, hay que ver qué cantidad de cosas suceden.
En el fútbol venezolano ha dado tiempo para que Mineros arme un equipazo, al estilo del Unión Atlético Maracaibo en la era del mismo entrenador que hoy está en Guayana, Carlos Maldonado. También ha dado chance para que el Real Esppor siga pareciéndose cada vez más al Caracas de Noel Sanvicente de hace muy pocos meses atrás. Eso dentro de las notas meramente futbolísticas de este receso.
Porque este descanso también ha servido para que Estudiantes de Mérida se convierta en un conflicto con episodios rocambolescos como la “vigilancia” que le colocó la gobernación de Mérida al técnico Rafael Dudamel o para que de pronto un equipo como Caroní, una vez encaminado a pagar deudas con la extravagante solución de una mudanza absurda, se divida en dos directivas desconociendo las mismas medidas que tomaron para intentar resolver el problema.
A eso se suman más deudas de equipos con sus jugadores, conjuntos de Copa Libertadores como Petare o el mismo Táchira que no logran conseguir refuerzos o las promesas Sub 20 que deben urgentemente volver al país para poder reencontrar el ritmo de juego perdido por la inactividad en Europa. La lista podría seguir, pero entre todos los curiosos hechos resalta por encima de cualquiera la protesta encabezada por Edmundo Kabchi, directivo del Táchira, contra la Federación Venezolana de Fútbol. Comenzó como un acto catártico de Kabchi por Twitter antes de terminar 2010, enfocado inicialmente en el caso de dopaje de Javier Villafraz y la sanción de un año que todavía no se anuncia, pero la molestia terminó por generar algo más. Kabchi decidió decir “basta” y exigir las mejorías que él y muchos otros directivos consideran necesarias para que el campeonato venezolano y el fútbol del país terminen de crecer. Y esas demandas van dirigidas a la FVF y en particular a su presidente, Rafael Esquivel.
Kabchi enumeró los puntos que exige y dijo que cuenta con el apoyo de otros directivos, a los cuales consultaría para poder presentar, entre todos, un documento a Esquivel y formalizar sus quejas. Pero lo más curioso es que, con todo lo mencionado ya en esta columna, debería ser obvio que hay una necesidad de cambio, que al menos algo de orden requiere este enredo. Uno imaginaría que al menos, a la buena usanza criolla, se empezarían a repartir culpas entre los actores. Pero no, lo que se escucha es un silencio terrible. Para la FVF, tal queja del directivo del actual equipo campeón del Apertura no parece existir. Para sus colegas directivos de otros equipos, por mucho que pueden estar de acuerdo, habría que decir que tampoco, pues casi nadie ha hablado públicamente en su apoyo.
Quizás la repartición de culpas habría sido lo más lógico, porque todos la tienen. Es difícil que un equipo exija algo cuando le debe a sus jugadores. Es mucho pedir que Esquivel admita errores, cuando los equipos nunca votan en su contra.
Hay otra declaración de los técnicos que en estos días resulta común y muy cierta: “Será un semestre muy difícil para todos”. Y aunque se refiera a la fuerte competencia entre varios candidatos al título, tanto despropósito junto parece darle otro sentido a la frase.
(Columna escrita para la edición 9/1 de El Nacional)