lunes, 27 de febrero de 2012

El malo de la película se reivindica

"Muchas veces eres el malo de la película en un equipo", admitió Miguel Cordero, preparador físico del Caracas. "Hay que tratar de terminar con esa historia del preparador físico que saca la chicha", afirmó el argentino Rodolfo Paladini, quien trabaja con Newell’s Old Boys en Argentina y laboró antes en Caracas y Real Esppor en Venezuela.
En la cultura futbolística, el rol del preparador ha cambiado. De figura inexistente pasó a ser visto con recelo por los jugadores más rebeldes. Como si de un sargento en un pelotón se tratara, sus órdenes eran recibidas más como una imposición que como una ayuda.
"Era peor. En mi tiempo como jugador casi no existían. Los técnicos y los asistentes hacían ese trabajo también. Después, cuando se empezaron a incorporar preparadores, su función era limitada. Los veían como estufas: sólo servían para hacer entrar en calor a los jugadores y después se tenían que sentar a ver el resto de la práctica", dijo Cordero.

"Nosotros también cambiamos. Trabajamos de la mano del DT. Ya uno no pelea por ocupar tanto espacio, sino que se integra todo al trabajo táctico. Siempre va a ser una necesidad estar bien físicamente, pero ahora es integral, casi no te desprendes de la pelota", detalló Paladini.

El futbolista también evolucionó. "Ahora muchos jugadores tienen entrenadores personales o trabajan por su cuenta en gimnasios, con planes supervisados por uno. Es un cambio drástico cómo perciben la preparación física", dijo Cordero. "El jugador es más profesional y sabe que cada detalle cuenta", dijo Paladini.

Empatía con el grupo. Cordero es un caso poco común en el fútbol: un jugador que decidió tomar este camino: "Muchos me dijeron que estaba loco, les extrañaba que no quisiera ser técnico. Supongo que tenía que ver también con la forma fuerte en la que yo me entrenaba, como son los llaneros. Pero agradezco esta era que me ha tocado".
Agregó: "A mí me ayuda haber tenido la vivencia del vestuario, conocer el lenguaje, pero siempre debo estar pendiente del grupo. Si están cansados o decaídos anímicamente, hay que saber ser flexible en el plan de trabajo". "El entrenamiento tiene que ser creativo, que les guste lo que hacen", acotó Paladini.

"El jugador se sigue quejando de vez en cuando, porque el futbolista es una personal especial y este es un deporte emocional. Por eso necesitas saber reconocer y manejar bien los estados de ánimo", explicó Cordero.
Paladini, famoso en su momento por sus entrenamientos en triple turno en las pretemporadas del Caracas, recuerda cómo pudo superar esos instantes de mayor tensión: "Uno sabe que en esas fechas el trabajo no le va a gustar a muchos, sobre todo por levantarse tan temprano. Era la parte más dura, pero te lo agradecían al final del año. No se trata tampoco de andar con el garrote, uno trata de sacarles una sonrisa".
Cordero coincidió con él en otro punto: "El jugador es el protagonista, tienes que saberlo tratar. El método integral moderno ayuda mucho porque se trabaja cada vez más con el balón. A veces no es fácil, pero tienes que ingeniártelas".

Autoridad sin excesos. Con la excepción de alguna apuesta amigable, ya no se usa el trabajo físico como castigo. "Ahora los técnicos entienden mejor ese aspecto. Y de igual manera, ya no es raro que un preparador se adiestre en lo táctico", expresó Cordero.
El ex lateral también cree en regular esa disciplina en ocasiones marcial del preparador físico. "Existe la teoría del látigo y el caramelo. Hay veces que puedes usar sólo caramelo, a veces te toca látigo y látigo. Lo mejor es hacerles entender qué se necesita. Siempre les digo que es mejor sufrir en el entrenamiento que sufrir en el partido. Les muestras algo que es real y así se convencen. Si ves resultados, ves rendimiento, y te comprometes más", aseguró.

Paladini cree que lo principal "es ponerse en la situación en la que uno puede aportar, explicar que eso tiende a verse en la verdadera batalla, transmitir esas realidades y que sepa que eso le sirve". Esa relación es a veces tensa, a veces cómplice. "Uno escucha los comentarios de los jugadores. Muchas veces los gritan. `Regálanos una’, `no más’, `epa, en la tarde hay entrenamiento’, `¿y el partido lo cambiaron?’. Hay bromas, claro, pero nunca inconvenientes, porque tienes que saber que no hay que caer en el jueguito de ellos. A veces se quejan y resulta que terminan el trabajo con risas", contó Cordero.

También hay momentos de gran dolor para un preparador, mucho más pesados que cualquier queja en la práctica. Paladini lo reflejó en un comentario: "Uy, cuando ocurre una lesión. Y si es por sobrecarga o desgaste, te invade un sentimiento de tristeza y de culpabilidad. Pucha, te replanteas lo que hiciste con ese jugador. Aparte de las derrotas claro, porque esas nos duelen a todos". Aunque siempre existirán las quejas o las bromas de los grupos que manejan, el rol del preparador ha sido reivindicado y valorado.
Aunque le toque hacer el papel de malo, de vez en cuando.
 
Fanáticos del trabajo
Así como hay algunos que se quejan, también hay otros adictos al acondicionamiento. "Los que vienen del exterior, sobre todo de Estados Unidos o Europa, están acostumbrados a otra situación y hasta te piden más. En el Caracas, la mayoría que viene de inferiores está acostumbrado", dijo Cordero.
Entre los casos más recordados, están "Juan Guerra, por su experiencia en Estados Unidos al formarse, y Emilio Rentería, que mas bien uno tiene que controlarlo.  Da gusto trabajar con ellos. Con Guerra me pasa que pide más ejercicios, hay que mostrarle cosas diferentes. Con jugadores así no puedes perder espacio, debes innovar. Y a Rentería cuando vino tenía que recordarle que le quedaba un mes para volver a trabajar con su club, le pedía que trabajar con calma".
(Nota escrita para la edición 27/2 de El Nacional)

domingo, 26 de febrero de 2012

Resistencia al cambio

Si la primera jornada de la Copa Libertadores trajo como sorpresa agradable el gran partido que jugó Táchira contra Corinthians, la segunda fecha sólo sirvió para confirmar los peores temores que se tenían antes del inicio de la participación del cuadro aurinegro y el Zamora. La sorpresa fue lo primero que ocurrió, no lo segundo, y por tanto, hoy se renuevan las críticas hacia la preparación de los conjuntos para el torneo, y se siente todavía más la ausencia en la fase de grupos del Caracas, el mejor representante venezolano de los últimos años.
Todo se vuelve a cuestionar y los señalamientos no son nuevos ni originales, aunque no por ello dejen de ser válidos. Es un constante ejercicio de exigencia que hacen jugadores y ex jugadores, técnicos, la prensa y demás personas allegadas al fútbol. Pero no ocurre nada más. Los últimos grandes cambios tampoco han sido para mejorar. El ejemplo principal es la expansión a 18 equipos, cuestionada desde su mismo nacimiento por ser una cantidad exagerada. Aunque aumentó la cantidad de jugadores para desarrollar, bajó el nivel del campeonato. Pero son muchas otras las razones que han contribuido a que ese nivel siga bajando: crisis económica, éxodo de jugadores, mal manejo de los equipos.

La expansión no surgió por un deseo de cambiar para mejorar, surgió por una exigencia de utilizar los estadios que se construyeron para la Copa América 2007. Esa modificación no tuvo a la calidad como argumento, sólo a la masificación. Cinco años después, su aplicación deja aún más dudas.
¿Servirá de algo recortar la lista de participantes en el campeonato? ¿Cómo convencerían a los dueños de equipos de decretar su propia reducción? Fue una medida que se tomó sin dejar abierta una real posibilidad de revertirla. Pero hay que repetirlo, no es el único mal.

El problema es que los otros empiezan con una pobre gerencia y una resistencia al cambio, pero a un cambio de paradigma, no de formato. Las contradicciones de los equipos comienzan con las propuestas millonarias a jugadores y terminan con las deudas que luego contraen con sus nóminas. Y nada de esto es nuevo ni sorprende, lo que asombra es la inercia con la que el fútbol venezolano sigue su paso, a pesar de que la Vinotinto crece y mejora como si de un hermano que se crió aparte se tratara.
La FVF y los equipos suelen pedir críticas "constructivas". No puede haber nada más constructivo que el deseo de mejorar, algo que comparten todos los que todavía se molestan en decir algo sobre estos asuntos. Sobra el adjetivo, porque de ahí nace esa crítica. Lo pueden calificar de consejo, de solicitud, poco importa eso si al final ni se escucha ni se hace nada por intentar elevar el nivel.

 En el deporte venezolano parece haber una característica común a la hora de asumir esos cambios. Hay grandes diferencias con el baloncesto o el beisbol, pero en esas ligas profesionales, mucho más manejables por tener menos equipos y una estructura menos compleja, las exigencias de cambio también pesan.
El concepto de calidad parece chocar con otros intereses. Que clasifiquen más de la mitad de los participantes debe ser un principio en contra de la calidad. Cualquier discusión sobre un cambio parece obligar a dejar todo como está, por temor a hacerlo peor o a tocar intereses económicos. En el fútbol ni siquiera parece existir la intención de la FVF o de los equipos de discutirlo, más allá de las asambleas en las que todo queda asentado en papel y poco se cumple luego, con multas irrisorias por no acatar lo que ellos mismos impusieron. Y los cambios necesarios se siguen postergando, mientras la Vinotinto cada día parece más el hijo de otra familia.
(Columna escrita para la edición 26/2 de El Nacional)

domingo, 19 de febrero de 2012

La fórmula para barrer en la temporada

"Si ganar un torneo es difícil, imagínate dos seguidos", afirmó el entrenador Noel Sanvicente. "Si siguen así como van, va a ser imposible ganarles. Espero que no lo logren, pero no por envidia, sino porque nosotros también tenemos objetivos y queremos ser campeones", dijo con sinceridad Carlos Maldonado, técnico de Mineros.
Sanvicente y Maldonado tienen muchas cosas en común. Una de ellas los autoriza a opinar sobre lo que debe tener un equipo para lograr barrer en una temporada, algo que el Lara que maneja Eduardo Saragó amenaza con conseguir en esta campaña -por vez primera en el formato de 18 equipos-, después de conquistar el título del Apertura y ubicarse en el primer puesto del actual Clausura.

Desde que se reorganizó la primera división en 2001, Caracas y Unión Atlético Maracaibo son los únicos equipos en hacer tal cosa. El cuadro rojo, dirigido por Sanvicente, ganó los dos torneos de la campaña 2003-04. En la siguiente zafra, Maldonado le imitó con Maracaibo. Y desde que se implementó el formato de dos torneos en 1996, sólo hay otro equipo para sumar a esta lista: Deportivo Táchira, que en la 1999-00 no sólo ganó el Apertura y el Clausura, sino que por un grave e incomprensible error en las normas de campeonato ­en las que no se preveía tal situación- tuvieron que ganar además un cuadrangular final para conseguir la estrella. Maldonado era asistente de ese equipo, que dirigió Walter Cata Roque.

Equipos benditos. Para Maldonado, aquellas versiones de Táchira y Maracaibo tenían un elemento en común que considera necesario para tal proeza: jugadores de experiencia. "Ellos ayudan a manejar el equilibrio en el vestuario. Cuando todo es triunfo, no es fácil hacerlo. Es lindo, se disfruta, pero no es fácil manejarlo. Tiene que estar la exigencia de parte de uno, pero también la capacidad de los jugadores de controlarlo", dijo.
Con ese elemento, Maldonado afirmó que no se necesita motivar tanto al grupo después de ganar un torneo para buscar el otro "porque le agarras el gusto a ganar, es lo único que después tienes en mente. Eso resulta cómodo para el técnico. Y cuando tienes un vestuario ganador, aprendes a hacerlo en cualquier circunstancia".
Agregó: "Uno pone todo lo demás, planificas, cuidas los detalles, aportas claridad, pero cuando los jugadores tienen eso y le agregan esa malicia al ganar, no es fácil derrotarlos y eso es lo que pasa hoy con Lara".

lunes, 13 de febrero de 2012

La difícil elección entre Arango y Rey en los tiros libres

La precisión de Juan Arango contra la potencia de José Manuel Rey. ¿Quién es el mejor cobrador de tiros libres de Venezuela? "Cada uno en su estilo, es un especialista", fue la primera afirmación del técnico Carlos Horacio Moreno.
El objetivo final de la consulta era escoger un ganador, pero ciertamente había que empezar la difícil comparación con los estilos y la técnica de los dos mejores especialistas del país.

Arango basa su éxito en la colocación de sus envíos, y en el efecto que logra darle a la pelota sin restarle velocidad al disparo. Es una virtud que ha exhibido desde los comienzos de su carrera profesional, pero que ha perfeccionado con la práctica.
De hecho durante uno de sus mejores momentos en el cobro de tiros libres, en los últimos meses que jugó en España con el Mallorca en 2009 y se convirtió en el principal especialista de la liga, ocupando el vacío que había dejado Ronaldinho, Arango confesó que no había un gran secreto para su éxito en estas jugadas.
"Es el momento de mi carrera en el que estoy pateando mejor los tiros libres. Me dieron confianza y al equipo también. No he cambiado la forma de patearlos, es práctica. Sigo quedándome un rato más en los entrenamientos para mejorarlos y así lo he logrado", afirmó en ese instante.


Una de las mejores frases que ha ofrecido el maracayero sobre su técnica, la dio a la prensa alemana a su llegada a la Bundesliga en 2009. Además, demostró gran humor ante la curiosa pregunta. El entrevistador le inquirió: "Dicen que usted le pega al balón tan fuerte como un caballo, ¿es cierto?". Y Arango se lució con su respuesta: "No, como un caballo no, porque los caballos patean para atrás. Lo cierto es que tengo un buen disparo y sé cómo pegarle a la pelota".
Una curiosidad que reveló fue que le incomodaban las lengüetas de los zapatos para patear, así que prefería cortarlas. Gilberto Angelucci, su ex compañero en la Vinotinto, contó esos simples secretos de Arango. "Juan y Rey siempre se quedaban a practicar los disparos con la selección. Lo de las lengüetas es cierto, Juan se las cortaba, aunque luego no tuvo necesidad porque empezó a usar zapatos de lengua muy corta. Pero lo más peculiar de los tiros libres de Juan es que, por su técnica supongo, hacía que la bola pesara. Cuando te llega el tiro te vence las manos. A pesar de que Rey le pega más duro, Juan logra que sus tiros sean pesados y difíciles de controlar", relató.

lunes, 6 de febrero de 2012

La magia de Stalin Rivas

En su brillante carrera, entre 1987 y 2006, Stalin Rivas dejó una certeza y dos grandes dudas. Fue uno de los mejores jugadores que dio Venezuela, quizás el de mayor talento natural. "Es el mejor jugador venezolano que he visto", afirma el técnico Carlos Horacio Moreno. "Era un súper talento", aseguró otro de sus entrenadores, Manuel Plasencia. Esa fue la certeza.

Sin embargo, en la mente de quienes se maravillaron por la habilidad del zurdo guayanés, quedaron dos dudas imposibles de disipar, dos preguntas condicionales: ¿Qué tan lejos podría haber llegado Stalin Rivas de haber prolongado su permanencia en Europa, limitada a menos de dos años en Bélgica entre 1991 y 1993? ¿Qué más podría haber conseguido la Vinotinto durante su despertar con Richard Páez si Rivas hubiese aceptado retornar? Moreno y Plasencia conocieron bien a Rivas, su pupilo tanto en selecciones como en equipos profesionales, y la visión de ambos tiene puntos coincidentes.

"Si él se hubiese mentalizado en lo que podía producir con su fútbol, habría llegado mucho más lejos que cualquier otro venezolano. Desde jovencito, cuando comenzó con Mineros, se veía que era un joven atrevido, con un desparpajo increíble, con gran desequilibrio y un talento innato. Él dejó de ser el absoluto crack de la historia de Venezuela por su personalidad. No se dio cuenta de qué tan lejos podía llegar. Quizás si jugara hoy en día habría sido distinto", aseguró Moreno.

"Era un jugador muy habilidoso, desequilibrante, influyente sobre los compañeros. Era muy completo, sobresaliente en todos los aspectos. Creo que él tuvo una forma distinta de ver su carrera, por su personalidad. Él fue feliz así, fueron sus decisiones. Llegó hasta donde quiso y no fue más allá, porque vio cumplida su ambición con lo que hizo. Y era además otra época, una en la que el fútbol no era una carrera tan rentable", opinó Plasencia.

El fuerte carácter de Rivas era un factor considerable, para bien y para mal. "Lo conocí en muchas facetas. Era un jugador rebelde. Si no le gustaba un técnico o un preparador físico, lo decía y trabajaba con enojo. Tampoco le gustaba mucho el trabajo físico, yo le advertía que un día se iba a desgarrar por no estirar adecuadamente, pero tenía una capacidad para hacer piques en el juego que nunca habrías adivinado que no se empleaba a fondo en esos trabajos de acondicionamiento. No era una papita, debías saber cómo tratarlo", contó Moreno.