martes, 29 de enero de 2013

Rafael Esquivel habla sobre la Vinotinto y las polémicas del fútbol venezolano

Nunca el boleto a un Mundial había estado tan cerca a estas alturas en una eliminatoria. Por eso la expectativa en el país es inmensa y aún así, quizás todavía no se alcanza a comprender la magnitud del impacto que tendría tal hazaña.
Sin embargo, después de tantos años de sinsabores, el presidente de la FVF, Rafael Esquivel, sí puede imaginarlo. "Estamos a las puertas de poder clasificar, depende de nosotros llegar al Mundial 2014. Sería el logro más importante de cualquier dirigente en todos los años que llevo en la FVF después de tanto tiempo en el que no contábamos para nada. Ya no es así y por supuesto que también es un año significativo para mí y para la gente que ha estado conmigo durante tantos años", afirmó.

"Este país se va adaptando fácilmente a cada cosa que sucede, lo vimos con el crecimiento de la Vinotinto, empezamos a llenar los estadios. El fútbol profesional fue creciendo con sus clubes que son el tractor, el empuje del deporte en el país. El venezolano siempre ha manifestado sus alegrías con devoción y lealtad. Si nosotros clasificamos al Mundial creo que va a ser un gran giro altamente positivo, pero no para generar trauma. Creo que sí estamos preparados y será un crecimiento satisfactorio, esperando que los clubes tengan también una plataforma definitiva para mantenerse en el tiempo", explicó.

Obligaciones y vivencias. La exigencia que puede sentir el seleccionador nacional César Farías y su cuerpo técnico también tiene que ver con el respaldo que pueda recibir de la FVF, algo que durante este ciclo que suma cinco años se ha incrementado.
"Clasificar al Mundial es nuestro reto y nuestra lucha de hoy y por eso estamos listos para darle todo a esta selección. Pero también con las otras categorías. Creíamos que se podía lograr con la Sub 20; lamentablemente no se dio, pero tampoco se puede poner una lápida sobre esa selección. Se hizo un largo proceso de trabajo y ahora se verá el informe del técnico Marcos Mathías. También está el apoyo para la preparación de la Sub 17 y el fútbol playa. Y es que en 2012 tuvimos que tomar decisiones significativas en el orden económico para poder tener la disposición de apoyar a todas las selecciones", resumió.

Para Esquivel, la exigencia y la presión son también parte de la emoción que vive. "Sufro muchísimo con cada partido. Aunque a veces no se nota, siempre viajo con el cuerpo técnico en las eliminatorias, estoy en el mismo hotel, muchas veces en el mismo piso del director técnico. Cuando hay otros dirigentes estoy con ellos y así le doy espacio también al grupo, pero igual los veo siempre en el camerino y luego subo al palco durante el partido. En los amistosos también intento estar y si no voy, está alguien de la federación".
En las concentraciones, su política es no interrumpir. "Comparto un abrazo con los jugadores o el rezo antes de salir al estadio y después de llegar, ganando o perdiendo, tengo esa costumbre. Pero a los técnicos se les respeta su espacio, por eso doy pocas charlas, apenas cuando están distendidos. Pasó en Dallas y en Margarita. En el camerino a veces saludo o les doy una arenga, pero ninguna charla. Los técnicos se sienten fortalecidos con la presencia del presidente ahí, pero también se incomodan con eso cuando quieren hacer algún reclamo o hablar de su estrategia, y ese espacio hay que dejárselo".

En los partidos, a diferencia del resto del país, debe contener sus emociones en un palco: "Si ganamos, grito internamente. Si perdemos, lloro internamente. Soy pasivo".
Pero al igual que todos, tendrá que ligar en este año crucial: "Y espero que se dé ese logro tan importante".


César Farías y su posible sucesor

Esquivel no se apura a la hora de pensar en el posible sucesor de César Farías luego de 2014, el año escogido por el técnico para finalizar su ciclo con la selección, como así lo expresó.
Tampoco cree que sea posible cambiar su opinión para renovar. "César es joven, después de la Copa América quisieron llevárselo y él decidió seguir al frente pero no fue fácil. Aquí cuando alguien tiene éxito se lo llevan, así pasa con los jugadores, y al técnico los resultados lo mantienen", dijo.

Aunque luego puedan sonar nombres (¿Eduardo Saragó? ¿Daniel Farías? ¿Noel Sanvicente? ¿Rafael Dudamel?), es lógico pensar que Esquivel y la FVF consultarán la opinión del actual seleccionador antes de tomar una decisión. "Respetamos los espacios. Está contratado hasta el Mundial de 2014 y cuando termine ese acuerdo o mejor dicho, un poco antes, pensaremos sobre lo que se hará. Aquí en la FVF hay un cuerpo colegiado que toma decisiones sin apresurarse. Hay gente que hasta nos ha preguntado qué vamos a hacer con Marcos Mathías, y la respuesta es que esperamos informes y luego se habla en el comité de selecciones. Lo principal es la programación en sí. Y claro que consultamos siempre con el técnico, por ejemplo, está contractualmente establecido que el seleccionador tiene injerencia en el nombramiento de los cuerpos técnicos menores. Con Richard Páez también se hizo en su momento".

sábado, 26 de enero de 2013

Philip Valentiner: "Los equipos deben unirse más"

"Los clubes venezolanos tenemos que unirnos más", afirmó Philip Valentiner y la idea fue repetida con énfasis durante la entrevista. El 5 y 6 de febrero, en Doha, Qatar, el presidente del Caracas espera encontrar respuestas a sus inquietudes sobre cómo lograr esa unión de una manera efectiva.
La Asociación de Clubes Europeos (ECA por sus siglas en inglés) extendió una invitación a Valentiner y al abogado Antonio Quintero, asesor del conjunto capitalino, para asistir a la asamblea general del organismo que cumple su quinto aniversario y que agrupa a los directivos de los principales conjuntos de Europa, vinculados originalmente en el ya extinto G-14.

"Vamos como oyentes gracias a la invitación de este importante grupo, liderado por Karl-Heinz Rumenigge (vicepresidente del Bayern Munich y presidente de ECA) y Antonio Quintero nos acompañará, pues realiza una crucial labor de asesoría para nosotros. Somos uno de los equipos suramericanos invitados, también estarán Santos y Corinthians, entre otros. Es importante porque esta relación con esa asociación puede ser trascendental. Ellos han logrado muchas cosas en cinco años y queremos aprender de los mejores", dijo.

Valentiner espera compartir luego la experiencia con otros clubes venezolanos. "Necesitamos unirnos primero en Venezuela y luego pensar en hacerlo con otros conjuntos de Suramérica, porque en ese sentido creo que estamos todavía un paso atrás de Europa. Este aprendizaje que vamos a tener va a servir como punta de lanza para lograr eso. Al volver armaremos una mesa de trabajo y podremos conversar con otros clubes que estén interesados", expresó.


Entre las conquistas logradas por ECA está la remuneración a los clubes por los jugadores cedidos a las selecciones para competiciones internacionales y la compensación en casos de lesiones. "Eso no lo tenemos acá en Suramérica, por ejemplo", acotó el presidente del cuadro rojo.

Una futura liga. Valentiner analiza la situación actual: "Por ahora, es complicado unirse en Venezuela porque somos muchos equipos en primera división y algunos cambian de directiva con frecuencia, entonces hay que volver a establecer relaciones, pero creo que estamos avanzando por buen camino, ya hay presidentes que tienen tiempo y se pueden crear alianzas para el futuro. Los clubes somos la base del fútbol y por eso debemos involucrarnos más para convertir a Venezuela en una potencia futbolística".
Y tiene claro el punto al que le gustaría llegar para lograrlo. "Tiene que haber un acuerdo de clubes, bien sea en una liga o quizás sea en una asociación, como lo llamemos, pero tenemos que estar unidos y sin apartar a la FVF porque se debe trabajar con ellos. Así ocurre en los demás países, hay una liga y una federación, nosotros carecemos de eso y creo que necesitamos urgentemente una liga porque somos los que manejamos a los jugadores y de verdad no creo que haya problema para hacerlo".

domingo, 20 de enero de 2013

Comenzar por el final


El último partido reflejó el motivo de la decepción por el desempeño de la Vinotinto Sub 20 en el Suramericano de Argentina, que terminó el viernes con una dolorosa eliminación.
Con la urgencia de la victoria como única opción, Venezuela se mostró más suelta, atrevida y colectiva que en los tres partidos anteriores. La inclusión de Juan Pablo Añor en el once titular también fue un factor clave, pero más determinante fue la situación al llegar a ese decisivo partido contra Uruguay.

Puede uno atreverse a pensar que si el Suramericano hubiese empezado al revés, con ese empate 2-2 con los charrúas como debut, difícilmente la Vinotinto habría sido eliminada. Es un ejercicio de imaginación inútil, pero que permite ilustrar un punto: la propuesta pareció siempre condicionada por el partido anterior o por el equipo que anotara primero en el juego en vez de observarse una muestra, en cuatro choques, de una idea única, de un estilo y propuesta diseñada para los jugadores convocados.
Ir al Mundial no era una obligación. Tampoco avanzar de grupo. El éxito obtenido en 2009 en el Suramericano organizado en el país fue una oportunidad única que recibió Venezuela y que fue aprovechada.

Se necesitó que Rafa Romo tapara un penal de último momento, es cierto, pero también Venezuela dejó evidencias claras durante aquella fase de grupos de que no había sido menos que sus rivales y que ese cupo en el hexagonal final no era un golpe de suerte. Obtuvo resultados, pero también se apoyó en su propuesta, en el juego, en una progresiva mejoría para lograr la hazaña de clasificar al Mundial de Egipto.
Nadie pretende que ese éxito se repita en cada edición. No es una obligación, es simplemente un deseo lógico de confirmar un avance. La decepción actual no tiene que ver exclusivamente con el resultado, algo que puede depender en muchas ocasiones de una parada milagrosa como aquella de Romo. Si alguna otra pelota hubiese encontrado la vía hacia el arco uruguayo, el pase al hexagonal se habría conseguido. Pero quizás apenas ese partido habría hecho justicia al talento venezolano por encima de un marcador.

En la verdadera secuencia de partidos en el Suramericano, Venezuela se vio timorata excepto al final. Venció a Ecuador con orden, en un partido correcto, en el que aprovechó un oportuno golazo de Josef Martínez para, a partir de la ventaja, escribir el guión con la ansiedad del rival. Con tres puntos en la bolsa y los demás resultados combinándose siempre a favor, Venezuela parecía destinada a avanzar.
Pero se desordenó contra Perú y se reajustó contra Brasil en dos partidos diferentes aunque con algo en común, más relevante que un penal en contra: desdén por el manejo de la pelota, por la asociación y la elaboración en las jugadas. Algo que la Vinotinto de mayores apreció cada vez más durante sus últimos dos años y que, aunado al orden e intensidad defensiva, le ha permitido soñar con pies en la tierra con la meta más grande.

lunes, 14 de enero de 2013

El reto de una mudanza curiosa


No es común que un técnico y varios de sus jugadores cambien de equipo luego de conquistar un título. Menos que lo hagan en la mitad de una temporada que tiene dos torneos y una final. Pero en Venezuela, la reciente mudanza del estratega Daniel Farías y cinco de los pilares del campeón Deportivo Anzoátegui rumbo al Táchira tiene un antecedente para compararse.
“Fue un récord suramericano. Gané los dos torneos y una final con dos planteles diferentes en una campaña”, recuerda Raúl Cavalleri. El técnico argentino, hoy timonel del Aragua, fue el protagonista de ese curioso caso que se dio en diciembre de 1998, aunque por motivos diferentes a los que llevaron a Farías, junto a Carlos Salazar, Carlos Rivero, Gelmín Rivas, Francisco Flores y José Miguel Reyes, a dejar al cuadro oriental, campeón del Apertura 2012, y mudarse al Deportivo Táchira para este semestre.

“La principal diferencia fue el aspecto económico, porque en nuestro caso fue una deuda de cinco meses la que propició nuestra salida del Táchira. Y eso lo vinimos a cobrar con el pago de los mexicanos por nuestro pase a la Prelibertadores. El dinero incluso se cobró por la federación”, dijo Cavalleri, que dirigió al Unión Atlético Táchira hacia el título del Apertura 1998 y luego se marchó al Deportivo Italchacao junto con ocho jugadores (Rubén Yori, Gregory Luzardo, Diony Guerra, Gustavo Caraballo y Gerson Díaz, más los argentinos Rubén Chávez, Alfredo Turdó y Fabián Alegre) para vencer en el Clausura 1999 y ganar la final al aurinegro, su ex equipo.
En el caso actual de Farías y sus pupilos, la razón para cambiar de aires fue menos dramática. Si bien Anzoátegui tenía la incertidumbre de la continuidad del proyecto, por el cambio en la Gobernación del estado, el objetivo de quienes se mudan era dar un paso más en su carrera en uno de los grandes del fútbol venezolano que aspira a recuperar el terreno perdido en los últimos años con una gran inversión, que además permitió firmar a jugadores de la talla de Giancarlo Maldonado y Grenddy Perozo para intentar conquistar el venidero torneo Clausura.

La posibilidad de que Daniel Farías y los pupilos que lo siguieron se enfrenten con su ex equipo en la final de la temporada es grande. Así como Cavalleri y sus ocho guerreros debieron encontrarse con sus ex compañeros en aquella serie decisiva de 1999.
“Claro, Daniel ahora puede empatar ese récord, pero todavía tiene que ganar el Clausura y esa hipotética final”, afirma con humor Cavalleri. “Tiene un gran club, eso sí. No diría que es fácil ese camino para conseguirlo, pero creo que sólo Caracas y Mineros pueden impedirlo, aunque a Mineros siempre le falten cinco para el peso”.

Razones de peso. Cavalleri rememora los días de aquel Italchacao reforzado con su llegada y la de medio equipo del Táchira e incluso admite el pesar que le produjo la forzosa mudanza. “En aquel momento la gente del Italchacao me llamó. No quería dejar al plantel más popular del país, que es Táchira, quedar campeón con ellos es lo máximo y esa vez celebramos con una fiesta espectacular en San Cristóbal, pero estaba esa deuda y ya ni dirigentes tenían, era un desastre, así que acepté irme con dolor”, explica el técnico.
La dinámica entonces cambió al volver a Pueblo Nuevo con su nuevo equipo. “Esos partidos entre Italchacao y Táchira se convirtieron en una especie de clásico durante dos o tres años. Cuando íbamos a San Cristóbal los aficionados querían rompernos los buses, teníamos que llevar seguridad especial desde Caracas. Y después ganamos los dos partidos en la final, casi sin aficionados. Fue algo amargo eso, pero bueno, quedó la satisfacción personal del logro”, recuerda.

Cavalleri entendió la reacción del hincha aurinegro. “Los aficionados tenían la sensación de abandono y con toda la razón. Fue así. Pero cuando uno es aficionado no tiene por qué entender otras cosas. Allá los hinchas, cuando hablaban conmigo, me contaban que llevaban a su familia, cuánto les costaban las entradas y el consumo, y también pagué entradas y sé qué es eso. Entonces cuando uno les habla de deudas, ellos no entienden esa parte de nuestra profesión que es durísima, porque es corta”.
Agrega: “Uno en el fútbol en cada partido se juega el futuro de la familia. Por eso uno toma decisiones así, porque dejó los estudios a un lado. Ahora veo lo que tengo y lo que logré para mis hijos y siento orgullo porque lo hice todo con una pelota, como jugador y como técnico. Pero eso no lo entiende el aficionado y es lógico. En Táchira nunca nos perdonaron”.

En la otra dirección. Cavalleri dejó Táchira para ir a una franquicia con pocos seguidores como el Italchacao. Farías se marchó del Anzoátegui, que ha visto disminuir la afluencia de público en casa, para ir al Táchira. Por eso el argentino no cree que el joven técnico oriental deba tener la misma preocupación por la reacción de sus antiguos aficionados, y lo expresa con su acostumbrada sinceridad: “Para nada, con Anzoátegui y Táchira el cambio es al revés. Te vas al equipo popular. ¿Que si se pueden molestar? ¿Quiénes? Si Anzoátegui no tiene dolientes. Que me perdonen, de verdad, pero ¿cuántos se pueden molestar? 300 o 400 personas son las que se pueden doler por eso, si Anzoátegui jugaba con el estadio vacío”.

Unir a dos grupos. Además de la curiosidad de poder ganar torneos con dos equipos diferentes en una misma campaña, estas peculiares mudanzas de técnicos con grandes grupos de jugadores presentan otro reto: poder unir a dos grupos.

Cavalleri confiesa que tuvo que superar ese escollo a su llegada al Italchacao: “Sí se presentan problemas en un caso así, pero tenía mucha experiencia cuando sucedió, ya había manejado a un conjunto de estrellas en Minervén, había pasado por Táchira. Pero sí se presentaron conflictos, duraron algo más de un mes. Además tenía que manejar a jugadores de personalidades muy distintas, tipos como Gerson Díaz o Leo Jiménez, y otros como Diony Guerra o Rubén Yori”.

Sin embargo, la unión fue posible. “Durante la pretemporada en Puerto Azul, todavía se veía la división de los grupos, los de Táchira de un lado y los del Italchacao del otro, y en los ejercicios me decían para que jugara con ellos y tenía que escoger. Pero al final terminó siendo un grupo muy fuerte y unido. Es más, en los años posteriores fui mejor amigo de los de Italchacao que de los que llegaron conmigo del Táchira”, relata.