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lunes, 21 de mayo de 2012
Juan Mata: “Creímos hasta el final”
Una vez terminado el acto de premiación, el Chelsea descendió las escaleras por la tribuna central. Un grupo de seguidores del club contempló extasiado la copa hasta que Frank Lampard sonrió y la alzó frente a ellos. “¡You are legends! (¡Ustedes son leyendas!)”, le gritó uno de los aficionados.
En el Chelsea, lo son. Y es que en la discusión sobre su estilo de juego, hay un factor que no puede obviarse: la victoria es el objetivo, y por eso los jugadores y los aficionados olvidaron todas sus frustraciones en el Allianz Arena en el festejo de sus vidas. Fue su primera Liga de Campeones, sin importar el muro que debieron construir para ganarla.
Lampard lo resumió con claridad al ser consultado en la zona mixta: “Por eso nos quedamos una hora más en el campo para celebrar. Nunca la ganamos, significa mucho. Sobre todo para el grupo que ha estado aquí tanto tiempo. Pudimos haberla conseguido cinco veces, por eso ésta es especial. Pensé que íbamos a ganar, porque eventualmente tenía que pasar”.
Juan Mata y Fernando Torres también se detuvieron a contestar preguntas, sobre todo a la prensa de habla hispana, y destacaron el aporte de los líderes de la vieja guardia, Lampard, Didier Drogba y John Terry, además de Petr Cech y Ashley Cole.
“El destino les ha devuelto algo que creo que les quitó en Moscú”, dijo Torres. “Era un sueño para todos, incluso para mí en el primer año que estoy aquí”, afirmó Mata.
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domingo, 20 de mayo de 2012
Los dioses deben estar locos
La voluntad muchas veces no quiere saber de lógica, y Didier Drogba es todo voluntad. Al Chelsea, su equipo, se le había negado la oportunidad de ser campeón, muy a pesar de su brillante trayectoria y la de sus compañeros de la vieja guardia londinense, John Terry y Frank Lampard.
Y ayer en Múnich, desafiaron la lógica una vez más y se aferraron a su sufrimiento. Con un gol agónico forzaron la prórroga, con un penal atajado enviaron la final a penales, y con las manos de Petr Cech y el pie derecho de Drogba inscribieron su nombre en la historia.
Chelsea escoge esta vía, sabe jugar al límite y, sobre todo, sabe sufrir. Como lo hicieron en octavos al remontar un 3-1 contra Napoli; en cuartos cuando Benfica los arrollaba al final; o en semifinales cuando Barcelona podría haber ganado de mil maneras distintas.
Pero los dioses del fútbol no querían favorecer a quien jugara bonito. No, fueron los mortales imperfectos pero convencidos quienes se rebelaron contra las leyes que dicen que los alemanes ganan en penales.
En el inicio del juego, el guión esperado se cumplió al pie de la letra. La apuesta de ambos era clara y las consecuencias también. Si Bayern anotaba temprano, jugaría el partido en sus términos, obligaría al club inglés a salir a buscar el resultado, a jugar contra su recién descubierta naturaleza defensiva bajo la guía de Roberto Di Matteo. Si Chelsea, en cambio, lograba mantener el cero durante mucho tiempo, llevaría el encuentro a su dominio, el de la desesperación rival.
Ganó Chelsea esa lucha, también gracias a la ineficiencia de Mario Gómez a la hora de definir las jugadas, aunque tampoco sus compañeros ofrecieron mucha ayuda. 20 tiros de esquina tampoco sirvieron de mucho. Y así Múnich empezaba a temer lo peor.
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sábado, 19 de mayo de 2012
La casa paga
Para Bayern Munich, será como un partido más en casa. Tomarán su autobús, llegarán al vestuario en el que siempre tienen sus pertenencias y jugarán en la grama que conocen a la perfección. Será su rutina de siempre, con una pequeña diferencia: esta tarde se juega nada menos que la final de la Liga de Campeones.
“Uli Hoeness (presidente del Bayern) nos reunió hace dos años y nos dijo que tenía un sueño. Jugar esta final en casa. Y lo hicimos. Todavía debemos intentar ganar porque sabemos que quizás esta oportunidad no se vuelva a dar nunca más”, declaró ayer Jupp Heynckes, entrenador del Bayern.
“Este es nuestro sueño, pero aún no lo hemos logrado. Nos falta ganar la copa”, dijo el capitán bávaro Philipp Lahm. Con la ciudad enloquecida por esta posibilidad y la necesidad de conseguir un título en esta campaña, la apuesta del club es fuerte, pues es apenas el cuarto en la historia de la competencia en jugar la final en su estadio.
Para el Chelsea, la situación podría parecer menos estresante, porque la presión la tiene el anfitrión y favorito. El cuadro inglés, que pasó de vivir un infierno con Villas-Boas como técnico a una luna de miel bajo la guía de Roberto Di Matteo, pareciera no tener mucho que perder, pues nadie ha apostado por ellos. Pero hay un detalle, Chelsea no ha ganado nunca la Champions y todavía tiene clavada la espina de la final de 2008 en Moscú, cuando un resbalón de John Terry en el quinto y decisivo penal evitó que celebraran su primer título. Además, si Chelsea pierde hoy, no jugará la Liga de Campeones en la próxima campaña.
“Tenemos buenos y malos recuerdos de aquella final en Moscú, pero el principal es que no ganamos. Esperemos que esta vez sí”, dijo Frank Lampard, uno de los pilares del club londinense. “Todo el mundo nos recordará si la ganamos”, añadió el goleador Didier Drogba.
Esta Champions, como Munich ahora, enloqueció también en un momento. Los dos finalistas de hoy estuvieron a punto de ser eliminados en los octavos de final, pero en el partido de vuelta de esas series cambiaron su destino y el resto de la campaña. Lo hizo Bayern al voltear un 1-0 en contra con una goleada 7-0 en casa contra Basilea. Lo hizo Chelsea cuando sacó a Villas-Boas después de perder 3-1 contra Napoli y remontar 4-1 con Di Matteo al mando.
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El último intento de la vieja guardia
En la rueda de prensa sólo faltaba John Terry, expulsado en la semifinal contra Barcelona. “Pero él está aquí con nosotros, y si ganamos o perdemos, estaremos todos juntos. Él siente el club como nadie”, lo defendió Frank Lampard ayer. Al lado del volante estaba Didier Drogba, el otro miembro de este trío de viejos gladiadores del Chelsea. “Estamos decepcionados porque Terry no puede jugar, pero queremos que celebre con nosotros”, afirmó el marfileño.
Los “viejitos”, principales sospechosos del conflicto con el técnico André Villas-Boas -que terminó despedido por los malos resultados-, fueron quienes rescataron al Chelsea de la mano del DT interino Roberto Di Matteo. “El triunfo contra Napoli lo cambió todo. Si alguien merece ganar esta final es Di Matteo”, aseguró Lampard.
Y cuando Di Matteo fue consultado por su contribución, dijo: “Era importante recordarles que son grandes jugadores, que lo han sido por muchos años. Había que restaurar esa confianza en ellos, como grupo y como equipo. Ellos merecen ganar esta Champions”.
En esas frases resumieron la trama del Chelsea hasta este punto. Lo que dirá la historia después dependerá mucho de lo que puedan hacer mañana, aún sin el suspendido Terry, que tampoco podrá quitarse la espina del penal que falló en la final de Moscú en 2008.
“Tenemos buenos y malos recuerdos de ese partido, pero el principal es que no ganamos”, expresó Lampard. “Esa fue una buena experiencia para esta final”, señaló Drogba, que no quiso confirmar si este será su partido de retiro.
Por ahora, sólo piensan en una deuda que quieren saldar. La vieja guardia lo sabe. Puede ser su última oportunidad de ganar la Champions.
(Nota escrita para la edición 19/5 de El Nacional)
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viernes, 18 de mayo de 2012
Volvió la fiesta al Parque Olímpico
Entrar al Parque Olímpico de Munich fue experimentar déja vu. Hace seis años, estas instalaciones sirvieron para albergar el Fan Fest de la ciudad en el Mundial y desde el pasado miércoles vuelven a ofrecer ese ambiente carnavalesco y futbolero a la vez para todos los que desean disfrutar de la final de la Liga de Campeones.
El Festival de la Champions, una iniciativa que llega a su sexto año, ofrece una experiencia de feria, con juegos para los niños, premios, animadores, stands de productos y comidas; pero también sirve como un museo viajero de la competencia, con una amplia exhibición de artículos históricos, un repaso detallado de hechos y hazañas, y una película proyectada en una sala que recuerda los grandes momentos y figuras de la Copa de Campeones de Europa.
En la privilegiada área que se encuentra al borde del agua, en lugar de colocar únicamente una pantalla gigante para ver el partido, los organizadores agregaron una mini cancha donde se llevan a cabo las principales actividades de fútbol.
El evento permite a los aficionados mantener esa “fiebre” alta hasta que llegue el gran partido. Además, UEFA procura llevar a numerosos ex jugadores de renombre para que dicten clínicas de fútbol, compartan con los niños y jueguen el choque amistoso de veteranos que se realiza el mismo día de la final, en horas de la tarde, y que esta vez se jugará en el mítico estadio Olímpico, ubicado dentro del complejo.
(Nota escrita para la edición 18/5 de El Nacional)
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Giovani Elber: "Robben y Ribery son la clave, son monstruos"
Giovani Elber se ve rodeado de aficionados en busca de un autógrafo en el Parque Olímpico y parece que fue ayer cuando ganó la Liga de Campeones con el Bayern. Pero su rostro algo más redondeado recuerda que no, que han pasado 11 años.
“Sí, ha pasado mucho tiempo”, dijo Elber, un ex jugador que todavía milita en el club como ojeador de talento en Suramérica. “Es un partido muy difícil para los dos. Sé que los aficionados del fútbol esperaban una final Real Madrid-Barcelona, pero Bayern y Chelsea pasaron merecidamente. Ahora espero que gane mi equipo. Soy medio brasileño y medio alemán”.
Después de 11 años, Bayern está listo para volver a reinar en Europa. O al menos eso espera toda la ciudad porque la final se juega en su estadio. Sin embargo, no se confían. Ya sufrieron una gran decepción, cuando Manchester logró aquel milagro en 1999 con dos goles en tres minutos de descuento. Perder ahora sería similar, sobre todo en un año en el que Dortmund los relegó al segundo lugar en la copa y en la liga.
“Final es final, debes ganarla, pero necesitas poner atención los 90 minutos. Chelsea también espera vencer, pero como Bayern juega en casa, creo que está más cerca de ganarlo. Sí habrá presión, pero es lógica porque Bayern podría ganar el máximo trofeo de Europa, la competencia que todos quieren”, aseguró con orgullo.
Sobre la ventaja de jugar en el Allianz Arena, afirmó: “Estar en casa es una gran motivación. Y es impresionante cuando estás en una final. ¿Cuántos jugadores no quieren ganarla? Pero pocos pueden. Por eso espero que Bayern pueda hacer un buen partido”.
¿El secreto del Bayern? No es secreto: “Robben y Ribery, son monstruos. Espero que tengan un buen partido”.
Mientras, Elber seguirá haciendo su parte: buscar talento para garantizar más títulos. “Cuando Bayern quiere algún jugador de Suramérica me llama para que vaya a verlo. He ido a juegos de Copa Libertadores, de eliminatorias al Mundial. De Venezuela he visto, no tengo algún nombre específico, pero sí los he observado. Venezuela ha dado un paso adelante tras otro en los últimos tres años. Hay muy buenos jugadores”, cerró.
Babayaro habla de Di Matteo
Otro ex jugador que habló ayer fue Celestine Babayaro, antiguo miembro del Chelsea. El nigeriano admitió que hasta él se sorprendió por la clasificación del club inglés, pero ahora es fiel creyente: “Nadie les dio una oportunidad cuando comenzó esto. Cuando les tocó Barcelona, todos pensaron ‘hasta aquí llegaron’. Pero te digo, cuando vi que pasaron esa serie, dije ‘esta es la oportunidad de ganarlo’. Y sería algo muy grande para el club”.
Babayaro conoció como jugador a Roberto Di Matteo, el actual técnico que salvó al Chelsea. “Es como si tuviera un nuevo equipo, les cambió la mentalidad. Y eso lo tenía como jugador, una mentalidad ganadora”.
(Nota escrita para la edición 18/5 de El Nacional)
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jueves, 17 de mayo de 2012
Final atípica y sorpresiva
Días atrás, José Mourinho se refirió con sarcasmo a los finalistas al recordar que ni Bayern Munich ni Chelsea fueron campeones de sus ligas. Si el técnico del Real Madrid hubiese podido saber que esos dos conjuntos llegarían al partido del año después de sufrir una goleada cada uno, quién sabe qué otra frase punzante habría soltado.
No es una final típica, ciertamente. Para empezar no era la que la mayoría quería. Salvo en esta ciudad y en un sector de Londres, el resto del planeta deseaba un Barcelona-Real Madrid este sábado. “Teníamos muchísimas reservaciones de españoles, pero todos cancelaron. Ahora estamos recibiendo a los aficionados del Chelsea”, reveló una empleada de un hotel en Munich.
En cambio, quedaron dos equipos que tuvieron que superar graves baches en la temporada. Que además tendrán siete bajas entre los dos para esta extraña final. Pero los dos equipos ya han encontrado soluciones, especialmente el club inglés con el retorno en plena forma de los centrales David Luiz y Gary Cahill. Y debido a sus penas similares podrían terminar ofreciendo un duelo parejo y emocionante, que igual nunca está garantizado por equipos en mejor forma. Así que quizás no tenga la tensión (o histeria) que hoy ofrece el clásico español, pero sí el dramatismo de Munich, una ciudad dispuesta a todo con tal de celebrar. Hasta 15.000 euros ha llegado a costar una entrada revendida, según publicó hoy la prensa local. Una final realmente fuera de lo común.
(Nota escrita para la edición 16/5 de El Nacional)
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Munich es una mezcla de entusiasmo y temor
"Mientras Munich se vuelve roja" titula un periódico de la ciudad y paso a paso se confirma la frase. Sentarse en Hofbrauhaus, la mundialmente famosa cervecería, es disfrutar de un anticipo del ambiente que reinará en las calles y en el Allianz Arena el sábado, cuando el Bayern intente convertirse en el primer equipo desde 1965 en ganar en su casa una final de la máxima competición de clubes de Europa.
Gritos y cánticos en honor a los colores rojo y blanco se escuchan, y las camisetas del Bayern, viejas o nuevas, van recorriendo las calles. Hasta las franelas hechas especialmente para este partido se exhiben desde ya, entre locales y turistas que las compran.
Es un beneficio inmenso que ese partido por el título se juegue en el hogar propio. Nadie debe trasladarse, millones de aficionados podrán apoyar en el estadio o en las zonas populares, y claro, los rivales se mantendrán alejados el mayor tiempo posible. Chelsea, el otro finalista, llega el viernes y sus aficionados aún no se hacen sentir.
Munich, por ahora, no cede el protagonismo, salvo en las numerosas pancartas de los patrocinadores del torneo, que hacen que Frank Lampard o Didier Drogba se comparen con las mejores figuras del Bayern. Adidas y Master Card, por ejemplo, han promocionado este choque en vallas gigantescas desde el aeropuerto hasta Marienplatz, el corazón medieval de la ciudad, y la plaza en la que ya los aficionados pasados de tragos empiezan a hacer bulla. En el Parque Olímpico, además, se instaló ayer el acostumbrado Festival de la Champions.
Pero en medio de ese gran entusiasmo, hay un temor subyacente. Desde que a Munich le asignaron la sede, la posibilidad de estar en la final se convirtió en una obsesión para todos en la capital de Baviera. En esta temporada, más que un logro, esa final es un reto a los nervios y el corazón de cada aficionado del Bayern.
El cuadro de Munich es apenas el cuarto en esta competición en jugar la final en su casa, después del Real Madrid de 1957, el Inter de Milán de 1965 y la Roma en 1984. Los dos primeros anfitriones ganaron. No hay presión, claro. Y en esta campaña, Bayern ha confirmado que no es el mejor conjunto de Alemania. Puede ser el mejor de Europa, si gana el sábado, pero en su país, el bicampeón Borussia Dortmund lo ha desbancado, porque no sólo repitió el título de liga y dejó al Bayern en el segundo puesto, sino que le ganó la final de la Copa de Alemania con una goleada 5-2.
Por eso en la ciudad se espera también con nerviosismo el encuentro. Una victoria salvará la temporada, aliviará las penas y permitirá sacar el pecho. Pero una derrota, nada menos que en casa, los dejará con las manos vacías y como escolta del triunfador en los tres torneos principales de la temporada.
Suficiente razón para poner de cabeza a la ciudad si el sábado, en el Allianz Arena, la copa se viste con cintas rojas y blancas.
(Nota escrita para la edición 16/5 de El Nacional)
Gritos y cánticos en honor a los colores rojo y blanco se escuchan, y las camisetas del Bayern, viejas o nuevas, van recorriendo las calles. Hasta las franelas hechas especialmente para este partido se exhiben desde ya, entre locales y turistas que las compran.
Es un beneficio inmenso que ese partido por el título se juegue en el hogar propio. Nadie debe trasladarse, millones de aficionados podrán apoyar en el estadio o en las zonas populares, y claro, los rivales se mantendrán alejados el mayor tiempo posible. Chelsea, el otro finalista, llega el viernes y sus aficionados aún no se hacen sentir.
Munich, por ahora, no cede el protagonismo, salvo en las numerosas pancartas de los patrocinadores del torneo, que hacen que Frank Lampard o Didier Drogba se comparen con las mejores figuras del Bayern. Adidas y Master Card, por ejemplo, han promocionado este choque en vallas gigantescas desde el aeropuerto hasta Marienplatz, el corazón medieval de la ciudad, y la plaza en la que ya los aficionados pasados de tragos empiezan a hacer bulla. En el Parque Olímpico, además, se instaló ayer el acostumbrado Festival de la Champions.
Pero en medio de ese gran entusiasmo, hay un temor subyacente. Desde que a Munich le asignaron la sede, la posibilidad de estar en la final se convirtió en una obsesión para todos en la capital de Baviera. En esta temporada, más que un logro, esa final es un reto a los nervios y el corazón de cada aficionado del Bayern.
El cuadro de Munich es apenas el cuarto en esta competición en jugar la final en su casa, después del Real Madrid de 1957, el Inter de Milán de 1965 y la Roma en 1984. Los dos primeros anfitriones ganaron. No hay presión, claro. Y en esta campaña, Bayern ha confirmado que no es el mejor conjunto de Alemania. Puede ser el mejor de Europa, si gana el sábado, pero en su país, el bicampeón Borussia Dortmund lo ha desbancado, porque no sólo repitió el título de liga y dejó al Bayern en el segundo puesto, sino que le ganó la final de la Copa de Alemania con una goleada 5-2.
Por eso en la ciudad se espera también con nerviosismo el encuentro. Una victoria salvará la temporada, aliviará las penas y permitirá sacar el pecho. Pero una derrota, nada menos que en casa, los dejará con las manos vacías y como escolta del triunfador en los tres torneos principales de la temporada.
Suficiente razón para poner de cabeza a la ciudad si el sábado, en el Allianz Arena, la copa se viste con cintas rojas y blancas.
(Nota escrita para la edición 16/5 de El Nacional)
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domingo, 1 de abril de 2012
Hacer la cama a un técnico, ¿mito o realidad?
"Le hicieron la cama". La frase se repite en el fútbol y aunque cambien las palabras en los distintos países, el significado es el mismo: los jugadores no querían más a un técnico y preferían que se fuera. Y aunque todos escuchan la frase, nunca se admite cuando ha ocurrido. ¿Que nadie lo confiese lo convierte en mito? ¿O es una realidad muy incómoda para aceptar? "Desgraciadamente no se puede obviar. Eso ocurre", afirmó tajante Raúl Cavalleri, entrenador del Aragua. "Para evitar que cosas como esa sucedan, los equipos deben tener claro cuál es el perfil del técnico que quieren y el estilo que desean que su equipo tenga para poder mantenerlo", opinó Chuy Vera, técnico de Estudiantes.
"Sé que ha sucedido que un grupo se ha puesto en contra de un entrenador, porque uno lo escucha y ha sabido de casos", aseguró Manuel Plasencia, estratega del Deportivo Petare. Ciertamente, resulta incómodo el tema, porque si bien las relaciones entre un entrenador y sus dirigidos pueden llegar a un punto conflictivo, nunca se espera que la ruptura se produzca de tal manera. Y la forma en la que sucede es un tema todavía más polémico. Puede empezar con declaraciones a la prensa, una reunión de jugadores sin la presencia del cuerpo técnico, una charla con la directiva o la influencia directa de sus acciones en el campo.
El caso Villas-Boas. En el fútbol mundial, la situación del portugués André Villas-Boas en el Chelsea inglés pareció encajar a la perfección en esta situación. Sólo que ninguna de las partes se atrevió a confirmarlo, una vez consumada la separación. El propio entrenador confesó, poco antes de ser despedido, que no contaba con el respaldo de todos sus jugadores. "Pero es normal, ellos no tienen que respaldar mi proyecto. Es el dueño quien respalda mi proyecto", afirmó Villas-Boas.
Los pésimos resultados obligaron a Roman Abramovich a tomar la decisión. Y a partir de entonces, el cuadro inglés ha experimentado un resurgir tan claro como sospechoso. Las dudas empezaron con una declaración de Frank Lampard a la prensa: "La relación con Villas-Boas no ha sido la ideal". El experimentado mediocampista se sentía relegado por el joven técnico, antiguo discípulo de José Mourinho. Luego Juan Mata apuntó que el vestuario era manejado por Lampard, John Terry y Didier Drogba. Y posteriormente Villas-Boas admitió lo mencionado anteriormente, que no sentía el respaldo de algunos. Los sospechosos habituales eran esos tres, aunque tras el despido del portugués lo negaron.
Para llegar a ese punto. "Todo empieza con un problema de orientación. Hay equipos que tienen claro qué quieren. Y si cosas como estas suceden, el error lo cometen todos, directivos, técnicos y jugadores", afirmó Vera.
"Creo que es un aprendizaje para los técnicos. En otra época, los entrenadores eran los protagonistas. Pero eso ya pasó, la autoridad se gana, no se impone. Y a los jugadores que caen en eso, también les ocurre porque se acostumbran a trabajar con reprimendas y eso está mal. Lo ideal es buscar integración. Si los jugadores no lo ven así, entonces se lo pierden ellos", agregó.
Cavalleri lo aprecia como una larga secuencia de hechos incorrectos: "Yo veo esos casos como una muerte anunciada. Antes de esa segunda parte hay una primera en la que las cosas no venían nada bien. Así que después no sorprende".
El argentino explicó: "Todo pasa por el manejo de grupo que tenga el entrenador, si no lo sabe hacer, le pueden echar la partida para atrás, claro que sí. Pero también hay algo claro, si el cuerpo técnico está fuerte con la directiva, eso no pasa, los jugadores no se atreven", dijo.
"Sé que ha sucedido que un grupo se ha puesto en contra de un entrenador, porque uno lo escucha y ha sabido de casos", aseguró Manuel Plasencia, estratega del Deportivo Petare. Ciertamente, resulta incómodo el tema, porque si bien las relaciones entre un entrenador y sus dirigidos pueden llegar a un punto conflictivo, nunca se espera que la ruptura se produzca de tal manera. Y la forma en la que sucede es un tema todavía más polémico. Puede empezar con declaraciones a la prensa, una reunión de jugadores sin la presencia del cuerpo técnico, una charla con la directiva o la influencia directa de sus acciones en el campo.
El caso Villas-Boas. En el fútbol mundial, la situación del portugués André Villas-Boas en el Chelsea inglés pareció encajar a la perfección en esta situación. Sólo que ninguna de las partes se atrevió a confirmarlo, una vez consumada la separación. El propio entrenador confesó, poco antes de ser despedido, que no contaba con el respaldo de todos sus jugadores. "Pero es normal, ellos no tienen que respaldar mi proyecto. Es el dueño quien respalda mi proyecto", afirmó Villas-Boas.
Los pésimos resultados obligaron a Roman Abramovich a tomar la decisión. Y a partir de entonces, el cuadro inglés ha experimentado un resurgir tan claro como sospechoso. Las dudas empezaron con una declaración de Frank Lampard a la prensa: "La relación con Villas-Boas no ha sido la ideal". El experimentado mediocampista se sentía relegado por el joven técnico, antiguo discípulo de José Mourinho. Luego Juan Mata apuntó que el vestuario era manejado por Lampard, John Terry y Didier Drogba. Y posteriormente Villas-Boas admitió lo mencionado anteriormente, que no sentía el respaldo de algunos. Los sospechosos habituales eran esos tres, aunque tras el despido del portugués lo negaron.
Para llegar a ese punto. "Todo empieza con un problema de orientación. Hay equipos que tienen claro qué quieren. Y si cosas como estas suceden, el error lo cometen todos, directivos, técnicos y jugadores", afirmó Vera.
"Creo que es un aprendizaje para los técnicos. En otra época, los entrenadores eran los protagonistas. Pero eso ya pasó, la autoridad se gana, no se impone. Y a los jugadores que caen en eso, también les ocurre porque se acostumbran a trabajar con reprimendas y eso está mal. Lo ideal es buscar integración. Si los jugadores no lo ven así, entonces se lo pierden ellos", agregó.
Cavalleri lo aprecia como una larga secuencia de hechos incorrectos: "Yo veo esos casos como una muerte anunciada. Antes de esa segunda parte hay una primera en la que las cosas no venían nada bien. Así que después no sorprende".
El argentino explicó: "Todo pasa por el manejo de grupo que tenga el entrenador, si no lo sabe hacer, le pueden echar la partida para atrás, claro que sí. Pero también hay algo claro, si el cuerpo técnico está fuerte con la directiva, eso no pasa, los jugadores no se atreven", dijo.
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