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martes, 24 de junio de 2014

Postales desde Brasil (IX): Faryd y James para presidentes



CUIABÁ
David Ospina se volteó hacia la tribuna y empezó a hacer gestos, pidiéndole a la gente que hiciera más ruido. El portero colombiano señalaba luego hacia la banda, intentando explicar lo que estaba a punto de suceder. Minutos después, Faryd Mondragón entró al partido y Ospina corría a abrazarlo y cederle su lugar en el arco.

La Arena Pantanal, que este martes podía ser confundida con El Campín de Bogotá o el Metropolitano de Barranquilla, empezó a aplaudir y a gritar el nombre del hombre récord, el jugador de mayor edad en la historia de los Mundiales. “Faryd, Faryd, Faryd” se escuchó con fuerza y el protagonista se dirigió emocionado hacia el arco, dejando atrás en ese instante la marca de Roger Milla. Mondragón tuvo incluso la oportunidad de realizar una tapada espectacular en el último ataque de Japón para cerrar con broche de oro la noche y que su actuación no fuese simplemente presencial. El sueño de este guardameta de 43 años de edad se cumplió y lo celebró como la ocasión lo merecía, con sus compañeros, su entrenador y en el instante que le dejaron, también con su familia. Se dirigió a cada tribuna para agradecer las muestras de cariño al público y se vio notablemente conmovido.

Pero nada de esto quizás hubiese podido suceder si no hubiese sido por la actuación del otro gran héroe de la noche. No, no fue Jackson Martínez, quien anotó dos goles y previsiblemente fue seleccionador como Jugador del Partido. Fue gracias a James Rodríguez, quien apenas necesitó 45 minutos para cambiar el rumbo del encuentro.

José Pekerman había decidido alternar jugadores y así como probablemente tenía decidido de antemano darle un solo tiempo a Juan Guillermo Cuadrado para que luego entrara Carlos Carbonero (como ocurrió), la forma de mantener equilibrada la calidad de la alineación era abrir con Juan Fernando Quintero y reemplazarlo con James Rodríguez si el partido no iba bien. Así resguardaba de alguna manera a varias de sus figuras para lo que vendrá en octavos. Si el choque se hubiese ido por una sola calle temprano, quizás Rodríguez se habría quedado todo el juego en el banco y el plan de darle minutos a Mondragón se habría activado sin problemas. Pero Japón jugó bien, dominó la pelota y llegó con frecuencia. Y el cabezazo de Shinji Okazaki mandó a Colombia al vestuario con el 1-1. Entonces Pekerman sí tuvo que recurrir a James.

El zurdo dejó pronto su marca en el partido. Colombia recuperó el control de la pelota, impuso condiciones más allá del marcador y aprovechó mucho mejor los contragolpes. Ese pase certero que le estaba faltando a los neogranadinos para finalizar las jugadas fue una rutina para James en el segundo tiempo y así Martínez pudo anotar su doblete. Hasta hubo tiempo para que el propio James anotara un golazo para su cuenta. Y el estadio entero también coreó su nombre, en reconocimiento al jugador que alegró la noche en Cuiabá. Y así, con la tranquilidad del resultado asegurado, se produjo el cambio de Mondragón.

Colombia ya celebró las elecciones y ni Mondragón ni James han pretendido lanzarse a la presidencia. Pero su popularidad entre los colombianos, especialmente después de una noche como esta, supera con facilidad la de cualquier candidato y no admite abstención.



sábado, 21 de junio de 2014

Postales desde Brasil (VI): ¿Cómo es el público en el Mundial?



CUIABÁ
En Brasil 2014 se ha dado el fenómeno de las invasiones de hinchadas suramericanas. Argentina, Colombia y Chile se han apoderado de estadios y ciudades enteras, opacando incluso a los propios brasileños en su hogar. Las distancias y los costos han hecho más complicada la presencia de aficionados europeos, siempre numerosos en otras ediciones, y ha favorecido la de los vecinos continentales. Pero en encuentros como el de Nigeria contra Bosnia-Herzegovina, la situación fue diferente y, por tanto, permite ilustrar mejor la diversidad que suele haber en estos choques de la gran cita del fútbol universal.

Aparte de los aventurados grupos de nigerianos y bosnios que viajaron hasta Cuiabá para apoyar a su selección y que hicieron mucho ruido en las inmediaciones del estadio y en la Arena Pantanal durante el juego, la mayor parte del público asistente era brasileño. El orgullo local salió a relucir, pues varios exhibieron la camiseta del equipo Cuiabá Esporte Clube y a ratos dedicaron cánticos a la ciudad. Muchos otros se hicieron escuchar con fuerza con el tradicional “Sou Brasileiro”. Pero entre las 40.000 personas que asistieron, la diversidad reinó. Los venezolanos no perdieron la oportunidad de llevar puesta la camiseta vinotinto o algún artículo con la bandera nacional. Japoneses y colombianos, que llegaron con anticipación para el partido del martes, se dejaron ver de una vez en el estadio que será sede de ese gran choque. Y así le podía ocurrir a cualquier otro amante del fútbol que decidió que un partido del Mundial, cualquiera que sea, bien vale la pena un viaje a un lugar distante como Cuiabá.

Brasil 2014, con los elevados costos de traslados y hospedaje, ha provocado que se noten muchos asientos vacíos en sedes distintas a Sao Paulo o Río de Janeiro, que son las que prácticamente todos los visitantes querían conocer. Pero en esos encuentros en los que no participa una selección suramericana con una hinchada numerosa, también se ha podido apreciar esa mezcla de aficiones, nacionalidades e intereses que le da un matiz hermoso de hermandad a un partido de fútbol en las tribunas e igualmente fuera de ellas, como se pudo observar en la larga caminata de salida del estadio a las avenidas cercanas, con nigerianos disfrutando con un baile de tambor, colombianos anunciando la feliz invasión del martes y brasileños celebrando, en la calle y desde sus casas, que esta fiesta ha llegado a una ciudad previamente desconocida para el mundo.