lunes, 26 de marzo de 2012

Cuando el orgullo supera al dolor

"La imagen típica es la de Franz Beckenbauer", respondió Carlos Maldonado al explicarle el tema central de la charla. Jugar a pesar del dolor es rutina para el futbolista, pero seguir en un partido tras sufrir una grave lesión no es tan común. Por eso el gesto de Beckenbauer de jugar con un cabestrillo puesto en pleno Mundial no se olvida.
En Venezuela hay muchos casos también, pero la relación entre la gravedad de la lesión y la importancia del momento es proporcional a la huella que deja en la memoria colectiva.

La mandíbula fracturada de Gilberto Angelucci y el golazo que marcó Giancarlo Maldonado a pesar de un golpe que lo hizo desmayarse horas después son dos de los incidentes más recordados de la historia reciente de la Vinotinto. Y fueron incidentes serios, no en vano ninguno de los dos pudo jugar el siguiente partido, días después.
"El venezolano se acostumbró a los obstáculos, a tener todo en contra, así que mentalmente nos fuimos haciendo fuertes. Todo nos ha costado, así que los jugadores reflejan eso también en la cancha. Muchos no querían salir por lesiones", contó Richard Páez, ex seleccionador nacional.
En la Copa América Argentina 2011, por mencionar algunos de los casos más recientes, José Manuel Rey culminó lesionado el partido por el tercer puesto y Juan Arango soportó una fuerte lesión de tobillo y varias recaídas. Sin embargo, la sola mención de los casos de Angelucci y Maldonado produce escalofríos en los consultados e inspira elogios al carácter particular del venezolano en esos momentos de emergencia.

Sin poder hablar. Venezuela le ganaba 3-1 a Paraguay en el cierre de la eliminatoria para Corea-Japón 2002 en San Cristóbal. Era el cuarto triunfo consecutivo de la Vinotinto en ese glorioso despertar de 2001 con una seguidilla que aún no se ha podido emular.
Ese 8 de noviembre, al minuto 80, Páez realizó el tercer cambio al entrar Giovanny Pérez por Ruberth Morán, y tres minutos después, Gilberto Angelucci sufrió una fractura de mandíbula en un fuerte encontronazo con un atacante paraguayo.
Fue un momento de tensión y drama. "Tenía fractura del maxilar inferior. Cuando hablé con el médico nos preparamos para jugar con 10 hombres, porque así no podía seguir en el campo. Pero él se negó, dijo que por eso no lo iban a sacar. Ni podía hablar", relató Páez, actual entrenador de Millonarios de Bogotá.

"El loco ese no podía jugar, el médico nos dijo que tenía que salir, así que yo me ofrecí para ir a portear. Pero él dijo que quería seguir. Bueno, casi lo dijo, porque realmente tartamudeaba. Le eché broma por eso", confesó el volante Miguel Mea Vitali.
"Ah es cierto, Miky se quería poner los guantes", recordó Angelucci. "No, pero yo vi la cara de Pájaro (Vera) y de los demás. No me lo dijeron, pero yo sabía. No iba a salir y se lo dije a Horacio Elizondo (el reconocido árbitro argentino, principal en ese partido). Él me dijo `pero si estás sangrando’, pero le aseguré que no importaba, que yo comería hielo y así podía seguir. Lo hice, con todo el dolor me lo comí y al menos paré un poco la sangre".

domingo, 18 de marzo de 2012

El gremio de los porteros improvisados

Bien sea por altruismo, por haber tenido una mínima experiencia en la posición o simplemente por querer ayudar, alguien siempre da un paso al frente. O en este caso, un paso atrás, hacia el arco. Y cada vez que un jugador acepta asumir el rol de portero por una emergencia, comparte un sentimiento: que la tortura termine pronto.
"Claro que hay nervios, porque no estás acostumbrado a eso. Y el rival lo sabe", confesó Miguel Mea Vitali, uno de los que se ha sacrificado por su equipo en un momento de urgencia. "Uno nunca piensa que eso va a suceder. ¡Por algo tenemos dos arqueros en la convocatoria!", dijo Pedro Boada, también integrante de la curiosa cofradía. "Nunca he escuchado a un técnico que diga `si le pasa algo a los porteros, juega fulano’. Nadie está preparado para eso, siempre que ocurre es una emergencia", aseguró Jhon Ospina, otro de los que abulta la cuenta de venezolanos que han probado su suerte ­nunca más ajustada la frase- en reemplazo de un profesional enguantado.

Aunque la situación resulta inusual, propiciada por una lesión o una expulsión cuando todas las sustituciones se han realizado o no quedan porteros disponibles, en Venezuela este peculiar grupo aumenta con frecuencia.
A Mea Vitali, Boada y Ospina se suman muchos otros más en el país en los últimos años -Jorge "Zurdo" Rojas, Manuel Rodríguez, Andrés Sánchez y Anthony Uribe, apenas el domingo pasado, entre ellos-.
Y sin embargo, un técnico no puede contemplar alguna solución a esta eventualidad, no se atrevería a quitarle tiempo a la rutina diaria para alistar a algún jugador de campo en el arco (que podría ni siquiera estar en juego cuando la desgracia ocurra). En esos instantes, sólo queda confiar en que habrá alguien dispuesto a sacrificarse por el equipo. Y siempre queda la opción de rezar, claro.

La Vinotinto obliga. El 13 de mayo de 2009, Pedro Boada no tenía idea de lo que le esperaba al alinear con la selección en un amistoso contra Costa Rica en San Cristóbal.
Rafa Romo dio paso en el entretiempo a Leo Morales para que tomara su puesto en el arco, pero una fractura en la mano del nuevo guardameta, apenas tres minutos después, forzó la aparición de un valiente voluntario.
"Ese fue un momento muy especial en mi carrera", contó Boada, que todavía se ríe al recordar lo sucedido. "Ninguno esperaba que Leo saliera tan temprano de esa manera, pero fue una experiencia bonita poder hacerlo con la selección. Es algo que lo llena a uno y lo nutre. Lo viví con gusto", dijo el defensor, aunque admitió que resulta más sencillo decirlo luego de haber cumplido con una destacada labor bajo los tres palos, una que le valió elogios.

"El problema, más que los nervios, es el compromiso en el que estás metido. Si pasaba algo yo podía decir que no era mi culpa porque no soy portero, pero no funciona así porque en realidad lo que yo no quiero es perder y además se trataba de la selección", relató.
Boada tenía razones para aceptar el reto: "Antes de llegar al juvenil fui portero por un tiempo, así que no se me hacía extraño estar ahí en el arco. Aunque nunca lo había hecho como profesional, me resultó familiar una vez que me coloqué. Y eso lo sabía (César) Farías".

La anécdota de cómo se toma la decisión suele ser la más interesante de estos guardametas improvisados. En el caso de Boada, empezó por un grito del seleccionador nacional.
"Apenas sucedió lo de Leo, Farías me llamó a la raya. Él sabía que yo tenía algo de experiencia en la portería. Me lo dijo a su manera, tú sabes cómo es. `Y entonces, ¿le vas a echar bola?’, fue la frase. La decisión igual era mía, y le dije que sí, no dudé", contó Boada.
El defensor deslumbró con su solvencia y agradeció la ayuda adicional de un miembro del cuerpo técnico, el preparador de arqueros César "Guacharaca" Baena, que recurrió a un truco que ya le había dado frutos en el Suramericano Sub-20 con Romo. "Tenía a Guacharaca detrás del arco, dándome instrucciones", reveló Boada.
"Fue difícil, pero una vez que atajé el primer disparo, uno complicado, agarré confianza". Y después de 40 minutos de trabajo, se fue sin recibir un gol.

Cuando pasar la pelota se convierte en algo malo

El fútbol venezolano tiende a cambiar sus circunstancias pero los debates se repiten una y otra vez. No importa la crisis, siempre destacará el escaso ánimo de quienes deben asumir la responsabilidad para sacar el pecho y decir presente.
El ejemplo más claro, común y molesto es la deuda de los equipos con los jugadores. Por años fue una marca de la liga y aunque mejore o empeore la situación, las acusaciones y argumentos se reiteran sin cesar. El problema se ventila, los equipos se excusan diciendo que son apenas uno o dos meses ­como si esto perdonara el error-, la FVF no se inmiscuye en estos asuntos ni fija posición públicamente, los jugadores se molestan pero no terminan de establecer una asociación que procure proteger sus propios intereses, la prensa es acusada de promover sólo malas noticias y no "cuidar" el espectáculo.

Cansa, fastidia, agota. Pero igual se repite el ciclo nuevamente, con cada actor cumpliendo su tradicional rol en la secuela y sin que nadie asuma la obligación de acabar con el problema, así las medidas sean impopulares.
Otro ejemplo: la diferencia entre la Vinotinto y los equipos. Aquí las circunstancias cambian todavía más por lo vivido en los últimos 12 años, pero de nuevo se puede apreciar como todos se pasan la pelota sin querer patear al arco. Desde la Vinotinto, durante diferentes ciclos de entrenadores (como también ocurre en muchos otros países en un eterno debate), se ha cuestionado a los equipos por no cooperar con la preparación al poner trabas para ceder a los jugadores, no prepararlos adecuadamente en el aspecto físico o incluso fallar en procurar que tengan su documentación al día en algunos casos. A veces parece olvidarse que esos equipos son los que nutren a la selección.

domingo, 11 de marzo de 2012

Ronald Vargas y Montevideo, 4 años después

Cuatro años después, las ganas de jugar en Montevideo son similares. La situación, sin embargo, es muy diferente. Ronald Vargas sabe que a finales de abril debe tener el alta médica para volver a jugar, pero pensar en alinear contra Uruguay en el Centenario el 2 de junio, como lo hizo en 2008, es otra cosa.
"Claro que me gustaría repetirlo, es más, quisiera mejorarlo y que ganáramos el partido. Eso nos daría más motivación y posibilidades para la clasificación al Mundial. Pero en cuanto a poder jugarlo yo, no sé si pueda estar", afirmó el volante del Anderlecht belga, que está en la parte final de la recuperación de su segunda operación en la rodilla izquierda.
"No es porque no quiera jugar ese partido, que por supuesto que es así, sino que necesito estar al nivel de mis compañeros para poder ir a Uruguay. Si no estoy igual que ellos, de nada sirve. Y no puedo apurarme y recaer, este es mi futuro, es mi vida. Por eso estoy trabajando fuerte todos los días para poder jugar. Falta mucho todavía para el 2 de junio, así que vamos a ver cómo me siento en ese momento y sabremos", dijo algo más esperanzado.
Cuatro años antes, su deseo era tan fuerte como ahora, pero por distintas razones. "Fue mi primer partido de una eliminatoria. Atravesaba uno de los mejores momentos de mi carrera", recordó.
Venezuela venía de vencer a Brasil (2-0) por primera vez en un amistoso, con gol de Vargas incluido, y luego el guatireño repitió su suerte contra Uruguay nada menos que en el Centenario y en la pelea por un cupo a Suráfrica 2010.

A rezar y mandar a callar. En Montevideo, la Vinotinto había hecho historia con un triunfo 3-0 en la etapa de Richard Páez. Había quedado marcada como una sede histórica que Venezuela se había atrevido a profanar. En el comienzo del ciclo de César Farías, se convertía en la primera parada, y ya los jugadores no tenían razones para respetar ese lugar. Aunque no pudo salir con la victoria otra vez, el combinado nacional se llevó un valioso punto contra un rival que luego finalizaría en el cuarto puesto en Suráfrica 2010.
Para Vargas, ese empate 1-1 comenzó como un reto personal. "Antes de empezar el partido, estaba rezando como suelo hacerlo. Llevo mi San Miguel Arcángel y el Divino Niño, y a veces prendo una vela. Entonces Lino Alonso (asistente) se me acercó y pronunció unas palabras que se me quedaron grabadas. Me dijo que dejara la rezadera y que pensara más en lo que yo era como jugador, que sacara eso en el campo para que la gente lo viera, que me quedara tranquilo y que pidiera por eso, que pudiera sacar lo que en verdad tenía en mí", relató.