domingo, 24 de noviembre de 2013

Origen y explosión de una rivalidad



Todas las grandes rivalidades tienen fechas clave. En la enemistad entre Caracas y Deportivo Táchira, la más grande del fútbol venezolano, ese día es el 17 de diciembre de 2000.

"La quema del autobús", como es recordado el episodio, no es el origen de esta relación antagónica, pero sí el incidente que pasó a definirla luego.

"Cuando se juega esa final ya la rivalidad existía, los jugadores la sentían en el campo, pero ese hecho fue la explosión. Creo que desde entonces la rivalidad pasó del campo a las tribunas", explica Carlos Horacio Moreno, un entrenador que celebró títulos con ambos conjuntos y que dirigía al Caracas en esa particular fecha.

El incidente se produjo al terminar el partido de vuelta de la final de la Copa República Bolivariana de Venezuela, un torneo que sirvió para reorganizar el campeonato venezolano de primera división y que fue el único que se jugó ese semestre.

La rivalidad entre rojos y aurinegros ya existía por tres motivos, cada uno muy vinculado al otro: Caracas llenó el vacío que dejó Marítimo, se convirtió en un equipo tan poderoso o más que el Táchira en medio de ese auge y además llenaba todos los requisitos para representar a la capital en su antagonismo con la provincia.

Sin embargo, después de ese capítulo, la animosidad creció en cada choque posterior. 

Y Moreno, uno de sus protagonistas principales, además de testigo y partícipe de la historia ilustre de ambos conjuntos, lo describe ahora en detalle. 

Un día de furia. La final de 2000 tuvo dos caras, una en la ida en el estadio Giuseppe Antonelli de Maracay, y otra en la vuelta, en el Pueblo Nuevo de San Cristóbal.

"En Maracay no hubo ningún problema, porque los tachirenses no iban a ir en gran número hasta allá y Caracas tampoco es que tenía tanta gente, no había tantas barras como hoy", recordó Moreno sobre ese pacífico triunfo 2-1 como local, aunque lo disputaran fuera de casa, por no tener estadios aptos en la capital desde mediados de ese año.

No obstante, en Pueblo Nuevo todo cambió en el minuto final. Caracas perdía 2-1, pero una gran jugada hilvanada por Alexander Rondón y Stalin Rivas terminó en un gol del zurdo que le dio a los rojos el empate 2-2 y el título en el minuto 90, lo que provocó luego una reacción en cadena que nadie previó.

"Ya había terminado el partido. Juan García se arrodilló para dar gracias, que era su costumbre, pero al pasar por la grada central se lanzaron los fanáticos y uno fue a buscarlo. Ahí fue cuando se metió Rondón y todo se complicó, pero la cosa se vio peor de lo que fue, no creo que `Pequeño’ realmente lo agrediera. Y entonces tumbaron el alambrado y corrimos todos al vestuario", recordó el DT.

La sorpresa atrapó a varios en el conflicto. "Ceferino (Bencomo) se quedó en medio de la pista atlética y lo ayudó un policía hasta poder llegar al vestuario donde estábamos los demás. Le estaban lanzando latas de cerveza llenas. Y fue desde el camerino, ahí escondidos y encerrados, donde vimos por televisión todo lo que pasó luego".

El autobús del Caracas pagó los platos rotos. "Lo habían estacionado cerca del portón y la multitud se metió allí y lo saqueó. La ropa la habíamos dejado en el hotel, pero Juan García y Pájaro Vera sí tenían sus maletas porque ellos iban a viajar directo a Puerto Ordaz a ver a sus familias después del partido. Tenían regalos de Navidad y todo ahí". 


Agregó Moreno: "En mi caso fue algo más anecdótico. Uno de los recuerdos que yo tenía de la Copa América que dirigí en Brasil era una pizarra técnica que usaba, era como una lámina que se podía enrollar. Y de pronto vi en televisión a un fanático correr con mi pizarra, como si fuese un trofeo. Ahí dije: `me jodí’. Vimos cómo soltaron el freno y el autobús rodó hasta detenerse casi en el córner. Y entonces, no sé cómo, lo incendiaron. Recuerdo que después de eso el doctor Valentiner dijo que más nunca compraría otro autobús. Además, pasaron los años y Táchira nunca se lo pagó. Y ciertamente Valentiner cumplió lo que dijo, nunca compró otro".

Escape de Pueblo Nuevo. "Cuando incendiaron el autobús sí salimos por un momento del vestuario para poder ver lo que pasaba, con la policía ahí para custodiarnos. Fue terrible. Luego estuvimos más de 2 horas encerrados hasta poder salir gracias a los técnicos de sonido que trabajaban en el estadio, que nos montaron en la cava del camión donde llevaban los equipos. Nos metimos ahí y dejamos un poquito abierta la puerta nada más para poder respirar", prosiguió Moreno.