lunes, 19 de agosto de 2013

El esquema como punto de partida

Para el aficionado y los medios de comunicación, una de las primeras referencias para saber qué desea hacer un equipo antes de un partido es el esquema. A la pregunta "¿cómo va a jugar tal conjunto?", la respuesta obligatoria suele involucrar la conocida fórmula que a pesar de las variaciones suma siempre 10 en total (porque el portero siempre es uno).
No obstante, este número es siempre un punto de partida, nunca una solución. "El fútbol es ocupar zonas. Más que los números, lo que vale son los movimientos. Porque los esquemas no son estáticos. Es principalmente una referencia para los técnicos, para los jugadores, y también para la prensa y los aficionados", explicó el estratega Carlos Horacio Moreno.

Luego de su estreno con el Caracas, el técnico Eduardo Saragó comentó que su dibujo táctico admitía muchas variaciones: "Contra Trujillanos cambiamos de esquema 3 o 4 veces durante el partido. Y eso puede pasar por el planteamiento del rival también. Si Trujillanos mete 8-9 jugadores cerca del área, eso cambia el plan y tengo que usar los laterales, mover jugadores, buscar la manera de romper eso".

Esto no significa, sin embargo, que no haya orden en el método. Por eso acotó Saragó: "Sí tenemos una formación base para el Caracas, pero cambia". En su filosofía de juego hay una idea fija, pero diferentes formas de aplicarla.

Moreno simplifica el asunto para quién crea que hay grandes misterios: "El fútbol es y será siempre el mismo en su esencia: cómo atacar, cómo defender, cómo pasar de la defensa al ataque y cómo pasar del ataque a la defensa".
En esas cuatro fases, el dibujo táctico puede tener una mayor importancia en algunos aspectos más que en otros como principio del orden necesario de un equipo. "Estoy de acuerdo que para defender y recuperar sí te centras más en los números, en el esquema, que para atacar. Es por esa razón de ocupar zonas, pero igual es flexible y cambiante. Al atacar pasa que si ves que te bloquean más al lateral izquierdo, sacas al derecho entonces, y así con otros jugadores también. Pero si tienes cuatro defensas, tienes cuatro defensas, eso es así", argumentó Moreno.

De la pizarra al campo. Para un equipo, el inicio de la aplicación de una idea puede ser el esquema. Pero cada situación del partido demandará un movimiento y una solución que a los ojos de quienes observan el choque "desordena" ese dibujo.
Muchas de las situaciones son previstas por el entrenador, coordinadas con sus pupilos y guardan relación con el movimiento de otros compañeros. Pero también hay otras circunstancias que requieren que sea el jugador el que encuentre soluciones.

El Barcelona es un equipo que a Moreno le parece útil para analizar como ejemplo, por sus variaciones. "Barcelona juega con un 4-3-3 como esquema base, pero Lionel Messi, por ejemplo, muchas veces baja al medio y se convierte en un enganche o un organizador de juego cuando se necesita. Pero al defender y ejercer presión arriba, Messi es el primero que presiona a los defensas y ahí entonces sí ocupa la posición del 9, del centro delantero".

domingo, 18 de agosto de 2013

Entre el riesgo y la efectividad

Esta semana la Vinotinto tuvo la oportunidad de preparar el plan para la recta final de la eliminatoria, tres choques que definirán finalmente si Venezuela podrá llegar al primer Mundial de su historia como todos en el país esperan.
Más allá de la declaración de intenciones del seleccionador César Farías sobre el ritmo veloz de juego que pide o la intensidad para presionar, todas herramientas válidas para conseguir los resultados que se anhelan, la importancia de las maneras que escoja el técnico para jugar estos últimos tres choques tendrán que ver con la efectividad con la que se ejecuten esas tareas. Y a estas alturas el más indicado para saber qué tareas pueden desempeñar sus pupilos en esta coyuntura debe ser el propio Farías.

Chile, Perú y Paraguay serán tres rivales distintos en tres momentos ligeramente diferentes. Las necesidades de juego de Venezuela variarán en cada partido con cada resultado anterior y las combinaciones de marcadores de sus rivales por los cupos. Pero lo que será igual para cada encuentro será la urgencia de sumar puntos (al menos dos victorias y un empate), y los riesgos que esta exigencia obligará a tomar.
Si los riesgos a tomar requieren adelantar las líneas, presionar arriba y en consecuencia dejar más espacios en el bloque defensivo, entonces el equipo necesitará saber defender en estas circunstancias para evitar encajar goles que tornarán inútil cualquier esfuerzo ofensivo. Los defensas y volantes de primera línea deberán ganar los duelos individuales, y avanzar y retornar con sapiencia para impedir que el equipo se quiebre.

En muchos encuentros de la era Farías, cuando la necesidad ha empujado al equipo a arriesgar mucho más a la ofensiva, los partidos se han convertido en asuntos de ida y vuelta. Y en estos casos, gana el equipo más efectivo en las dos áreas: el que sepa anotar cuando logra llegar con claridad y el que sepa evitar el tanto cuando el contrincante alcanza el arco.
En este punto específico la prueba contra Bolivia falló. En pocas llegadas los bolivianos anotaron y en muchas llegadas Venezuela desperdició sus remates. Además, el reto en el segundo tiempo fue precisamente cómo no se desea que se juegue en la recta final: corriendo contra el tiempo y la desventaja en el marcador. Pero este fue un asunto de efectividad no de riesgos.

Esta prueba no quiere decir que la Vinotinto no pueda ejecutar bien en los partidos que valen de verdad. El momento llama a asumir estos riesgos porque el boleto al Mundial no llegará a las manos por errores del contrario.
La clave para la Vinotinto, entonces, estará en cómo seguir haciendo bien lo que ha hecho, a pesar de tomar estos riesgos (buena defensa, orden para desanimar al contrario, esfuerzo para superar los malos momentos y mucha intensidad), y cómo mejorar lo que ha fallado hasta ahora sin provocar nuevos y distintos errores (generar llegadas con pelota en juego, abrir la cancha por las bandas, ser contundente y defenderse con la pelota).

Lo que Venezuela hizo o dejó de hacer en los anteriores choques quedará para el análisis final. Hasta ahora, fue lo que trajo al equipo hasta aquí. Hubo partidos clave que impulsaron la ilusión (basta recordar el triunfo ante Argentina) y hubo otros que lo alejaron del objetivo (el doloroso revés contra Uruguay), pero en este momento no hay tres partidos más importantes que los que se van a jugar. Los que sí decidirán si el sueño es posible.
(Columna escrita para la edición 18/08 de El Nacional)
 

domingo, 4 de agosto de 2013

Ilusión y desesperanza

La Copa Libertadores siempre ha tenido un lugar especial en el corazón de los venezolanos. Fue el ámbito en el que el fútbol de este país dio algunas señales de vida, de rebeldía, cuando la Vinotinto ni era un nombre propio ni tenía resultados para generar estos sentimientos.

Luego del trauma que significó la liguilla PreLibertadores con los equipos mexicanos y ya con la selección nacional ofreciendo motivos a granel para sentirse orgullosos, la exigencia comenzó a crecer en esta competencia. Que Minerven y Estudiantes primero, y más tarde Táchira y Caracas hayan alcanzado los cuartos de final de la Libertadores era una muestra de que se podía llegar lejos. En medio de la euforia vinotinto, ¿por qué no se podía soñar con un título o una final al menos en un torneo continental de clubes? Así funcionaba la lógica por estos lares. Y si en la Libertadores se negaba aún el sueño, parecía comprensible apuntar a otra competición, en teoría más asequible: la Copa Sudamericana.

Sin embargo, cada año la percepción cambia pronto con las tempranas eliminaciones. Pasa rápido de ser la copa de la ilusión a la copa de la desesperanza. Y en este problema, reflejado parcialmente esta semana con los resultados de los cuatro representantes nacionales, también hay algo de realidad desdibujada.
En principio la creencia de que se puede trascender con mayor facilidad en la Copa Sudamericana que en la Copa Libertadores no debería ser tan firme. Si bien en la Libertadores están los mejores clubes de los demás países, en especial los gigantes brasileños y argentinos, hay muchas muestras de grandes campañas de cuadros de otros vecinos en los últimos años que dejan ver claramente que un buen equipo, bien preparado y enfocado, puede llegar a las instancias que se le han negado a Venezuela, por mucho que el sorteo no ayude o el calendario se ajuste a veces para los rivales más fuertes.

Pero más dolorosa es la realidad de la Copa Sudamericana. Porque mientras los conjuntos de los demás países no son necesariamente los más fuertes, los venezolanos tampoco. En primer lugar porque por mucho tiempo también se le dio un trato de segunda desde este país. Competir con el cuarto o quinto de la liga venezolana no iba a ser nunca el mejor augurio de un batacazo continental. Pero debido a las medidas demagógicas de premiar a todos o casi todos los participantes de la liga, la serie Pre Sudamericana permite que un conjunto ubicado por debajo de la mitad de la tabla acumulada (es decir, entre los peores del campeonato) pueda representar al país.
Y así, las ya consabidas diferencias entre la liga venezolana y muchas de las suramericanas se amplía. Si, además, se suman motivos como los esgrimidos esta semana como la tardanza en el inicio de la temporada que obliga a conjuntos a jugar la primera ronda de la Sudamericana en plena pretemporada, las desventajas se acumulan. Pero la culpa no es solamente de la FVF y creer eso es un error común. Los mismos equipos se niegan a premiar a los mejores con estos cupos, porque no quieren arriesgarse a que una temporada mala les quite la posibilidad de clasificar y ganar esos dólares por participación. Tampoco votan por cambiar el formato del torneo o mover el calendario. Ni siquiera compensan esa falta de partidos oficiales con un gran número de amistosos y una pretemporada mucho más temprana, algo que les permitiría llegar con mejor ritmo de competencia. Y si contamos que de los cuatro representantes actuales, dos tuvieron recientemente serios problemas de pago y estabilidad económica, entonces hay que concluir que la desesperanza gana por goleada. 
(Columna escrita para la edición 4/8 de El Nacional)