En el fútbol se habla de generaciones con cada camada juvenil que surge, y este proceso de exhibición y fogueo de talentos no tiene pausa. En Europa, los torneos para selecciones menores se realizan cada año, y en Suramérica, cada dos años. Por eso, al evaluar a esas selecciones en el tiempo para detectar cuáles generaciones resultaron las más productivas, si se encuentra una que produjo a cuatro o cinco muy buenos jugadores para su país, ya se le puede calificar como una gran generación.
En el Preolímpico de Mar del Plata en 1996, Venezuela conoció a esa gran generación. Hay que acotar que era Sub 23, lo que quiere decir que ya el cedazo había pasado lo suficiente por el grupo como para saber si realmente se contaba con los mejores talentos, pero de igual manera el desarrollo posterior de esa camada superó cualquier expectativa.
En una nación que no idolatraba a sus futbolistas, salvo los más fieles al deporte, las cosas estaban por cambiar. Los nombres de Rafael Dudamel, Félix Hernández, Gabriel Urdaneta, José Manuel Rey, David McIntosh, Luis “Pájaro” Vera, Rafael Castellín, Luis Vallenilla, Ruberth Morán y Rafael Mea Vitali, entre otros, son hoy parte de la historia del fútbol venezolano.
Entre Mar del Plata y el “boom” vinotinto, que se generó con la seguidilla de cuatro victorias al final del premundial en 2001, pasaron cinco años. Pero la conexión entre un hecho y otro era inevitable. ¿La razón? La gran cantidad de nombres que se repetían. Y si las lesiones no hubiesen frenado en momentos clave a jugadores como Ruberth Morán y Rafael Castellín, o si Félix Hernández hubiese explotado todo su potencial, ¿quién sabe qué otros logros se habría podido obtener?
“Fue un grupo muy bueno y compacto, muy bien escogido”, recordó David McIntosh sobre la generación de Mar del Plata.
“Muchos pasaron a ser grandes jugadores, seguimos de inmediato con la selección de mayores con el mismo Rafa Santana (que también fue el técnico en el Preolímpico) y yo estuve en el proceso con José Omar Pastoriza. Otros siguieron con Richard Páez y mucho tiempo más”, afirmó Félix Hernández.
Como equipo, sorprendieron al continente. “Quisimos jugar de tú a tú, y el grupo se lo creyó. Así lo hicimos y por eso quedaron juegos que marcaron, que resultaron importantísimos luego”, recordó Rafael Castellín.
“Esa generación se complementó muy bien, había armonía, pero también una gran competitividad, posición por posición. Se hizo con lealtad deportiva y eso es necesario en los equipos ganadores”, dijo Rafael Dudamel.
“En esa época, no se trabajaba con un método tan avanzado como el de ahora, pero el talento del grupo era grande y sirvió para estar en paridad con otros países importantes. Es que esa selección era espectacular”, expresó Luis “Pájaro” Vera.
Y en lo individual, después del Preolímpico, la mayoría ratificó las expectativas creadas alrededor de esa camada. “A mí me sirvió para estar luego en España, México y Uruguay. Y ya sabemos lo que pasó con otros, de ahí la mayoría salió al exterior, y eso que era una época en la que nadie creía en los venezolanos, distinto a lo que pasa ahora. Y los que no salieron, se convirtieron en grandes figuras en el país, en íconos del fútbol venezolano”, dijo Hernández.
“Varios terminamos compartiendo muchos títulos y logros en los años siguientes como compañeros de equipo y también en la selección”, acotó Castellín.
Y entre todos, con cada paso posterior, inmortalizaron a la ciudad balnearia argentina para siempre. Convirtieron su nombre en una inmediata conexión con aquel momento, aquel grupo, aquel fenómeno. Y hoy en día, 15 años después, todavía se ven los efectos. A ellos, gracias.
(Columna escrita para la edición 1/5 de El Nacional)