Jonathan Copete fue el hombre que tuvo la decisión clave en el partido final. Pero no fue sólo en la jugada del gol, sino en casi todas sus acciones desde el primer minuto, para bien y para mal.
En la primera parte, Copete tuvo dos excelentes oportunidades al correr a las espaldas de los defensas y encarar a Renny Vega con el tiempo mínimo para definir. En ninguna pudo.
En la segunda parte, quizás motivado por esos fallos, siempre que corrió por su banda predilecta, la izquierda, eligió quebrar hacia el medio y buscar un pase, usualmente cortado por el rival.
No parecía convencido de hacer lo que mejor le sale: desbordar hacia el fondo. Y entonces se encendió el bombillo. Su primer intento exitoso con esa idea fue despejado con apuros. En el segundo, además de desbordar, decidió regatear y, en vez de centrar, encontró el tanto con ese tiro ajustado, un golazo que bien vale un título.
Zamora ganó por su cuerpo técnico, por su gran grupo y por ese fútbol que enamoró y funcionó. Con Meza y Vélez, Copete se creció. Fue el goleador del equipo y el encargado de poner la última pincelada a esta obra maestra.
(Nota escrita para la edición 16/5 de El Nacional)
lunes, 16 de mayo de 2011
Copete tuvo siempre la clave para ganar
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