La demostración que dieron las barras del Caracas en la victoria sobre Unión Española en la Copa Libertadores es una señal para quienes subestiman el valor, el poder y el discernimiento de los aficionados en un deporte.
Los fanáticos del Caracas, que han expresado sus molestias recientemente por las decisiones y los cambios en el equipo, volvieron a unirse para apoyar a su conjunto cuando más lo necesitaba. Lo hicieron como prueba de una identificación clara con su equipo, de lo que representa para ellos. Como recompensa, se llevaron la alegría de una victoria.
En otras ocasiones, ha sucedido algo similar con la selección. Y con el añadido de un sentimiento patrio, la afición vuelve a responder, porque siente la necesidad de hacerlo, por encima de muchos sinsabores. Sin embargo, no son actos motivados por la amnesia o la inocencia, son muestras de amor hacia algo más preciado para ellos que muchos otros intereses.
A los seguidores de un deporte a veces se le pide fe ciega, incondicionalidad, solo por el mentado amor a la camiseta. Pero se olvida que se les debe corresponder de alguna forma esa adhesión, y en ese sentido, hay valores que son muy importantes.
En el mismo partido en el que los caraquistas auparon a rabiar a los suyos, ofrecieron un homenaje espontáneo al técnico que más querían en esa institución, Noel Sanvicente.
A “Chita” se le notó muy emocionado y respondió con un saludo desde la tribuna principal. Sus éxitos originaron eso, por supuesto, pero también los valores que impuso y su relación con esa afición que lo apoyó por tantos años. Sanvicente les dio importancia a ellos y correspondió ese cariño. A Ceferino Bencomo le tocó la dura tarea de ser el sucesor de “Chita”, en unas condiciones que él asumió como convenientes para el futuro de la institución, y con paciencia podrá ganarse también ese afecto de los fanáticos. Luego del partido, empezó por reconocer su valor, sin importar que haya alguna pancarta en su contra. Ese camino, y no la afrenta, parece el correcto.
Si en algún momento Caracas subestimó la importancia de hablar con claridad a sus aficionados, este partido de reencuentro sirve para comenzar a enmendar la relación y aprovechar su mejor capital, ese con el que Real Esppor, Deportivo Petare o Atlético Venezuela sueñan y saben que costará mucho trabajo conseguir: una afición fuerte e identificada.
La Vinotinto, en su momento, vivió un ciclo así. Pasó de estadios vacíos y poca atención a un “boom” desenfrenado. Pero como el Caracas, la selección no fue una moda. Tuvo un pico de popularidad, claro está, pero el sentimiento quedó. Solo que esos aficionados no pueden ser vistos aún como una masa ciega, fácilmente influenciable por los medios de comunicación (como muchas veces se intenta hacer ver), a la que solo le importa ganar.
Renovación, usar juveniles, no son factores positivos por sí solos, como tampoco lo es usar un esquema de juego determinado o la procedencia de tal o cual figura. El aficionado sabe qué le gusta y qué no. Al final es un consumidor, y ningún comercial podrá venderle algo que no cumpla con su promesa.
Hay factores añadidos que se pueden comprender desde un punto de vista de mercado. Un producto exitoso, visible, bien presentado, que llegue a todas partes, representado por figuras modelo, calará más rápido en la gente y aumentará su receptividad. Pero lo que no se puede olvidar es que también hay valores involucrados, y la afición apreciará siempre la honestidad, sinceridad y la consideración a sus necesidades. Con eso, los errores se perdonarán. Después de todo, no dista mucho de una relación normal entre personas.
(Columna escrita para la edición 6/3 de El Nacional)