“Luis Manuel Seijas era un querre-querre. Mucha gente no creía en Ronald Vargas solo porque era flaquito. (Miku) Fedor me impresionó al momento de conocerlo por su seriedad”. Y así las anécdotas y los relatos corren en la charla de mediodía, en la oficina de la Notaría 37, ubicada en la avenida Urdaneta.
Nelson Carrero, abogado y también director técnico, soltó otra confesión con una sonrisa de nostalgia y afecto: “Tenía mucha fe en ellos, sabía que era uno de los mejores grupos en la historia”.
Carrero se refiere a la selección Sub 20 de 2005 que jugó el Suramericano en Colombia, que no pudo lograr el boleto al Mundial a pesar de avanzar a la fase final. “Y eso que no tuvimos la preparación adecuada, algo que ahora sí se hace con las selecciones juveniles, que cuentan con apoyo de la FVF”, acotó.
Pero la relevancia de ese grupo —y el motivo de la charla con Carrero— no quedó en aquella actuación, sino en el desarrollo posterior de sus integrantes. Miku Fedor, Ronald Vargas, Luis Manuel Seijas, Grenddy Perozo, José Luis Granados, Alejandro Guerra. Ellos son parte importante de la base de la selección de hoy.
“¿Sabes cuándo me di cuenta de eso? En el partido que la Vinotinto le ganó a Perú en la eliminatoria (3-1, septiembre de 2009 en Puerto La Cruz). Miku fue figura ese día (anotó dos goles), y también Seijas y Ronald (marcó el tercero). Lo ganaron los que tuvimos en esa Sub 20. Pensé que entonces mi trabajo quizás no había sido tan malo”, dijo entre risas.
Ellos, además, triunfan hoy en el exterior. “Y eso que se perdió el talento de Paúl Ramírez por su enfermedad renal y las lesiones, y uno de ellos murió, Alfredo Contreras, un caballero y buen jugador. Pero en la liga hay muchos que rinden. Por ejemplo, Gianfranco Di Julio y Laynecker Zafra podrían ser llamados en cualquier momento a la selección, tienen méritos”, dijo.
Con carácter. De ese sexteto que hoy impulsa a la Vinotinto, Carrero tiene recuerdos a granel. “Cuando te digo que Seijas era querre-querre es por su temperamento, que luego fue canalizando. Era un líder, profesional, todo un luchador. Jugaba con el Centro Italo de Valencia y nos empató un partido (al Caracas juvenil que dirigía Carrero). Nada más al verlo dije que había que llevarlo al Caracas. Desde ahí empecé a tener cercanía con él, compartí con su mamá y su papá. Extraordinario como jugador y como persona, porque venía muy bien educado de su casa”.
“Hoy triunfa en Colombia y tiene una solvencia emocional por esa educación, está disfrutando del prestigio que tiene allá, donde lo quieren mucho. A mí me criticaron porque llegué a usarlo como lateral izquierdo en un momento y en la contención, donde jugó luego en la selección mayor. Claro que su mejor puesto es como volante ofensivo, pero es que él era un todo terreno, cumplía en donde lo ponías y nunca me dijo que no”, contó.
Talento natural. “Ronald Vargas no quedó en un corte de la Sub 17 porque le aplicaron el estigma del flaquito. No apostaban por él, ni en el Caracas al principio. Es que eso no importa, fíjate en el Barcelona. Y nosotros no podemos ir contra la genética del venezolano. En el Suramericano, un argentino me dijo: “Si este fuera de mi país, lo vendemos por 50 millones de euros”. “Y es verdad”, recordó Carrero.
“A Ronald lo sacamos prácticamente de la liga César Del Vecchio para el Caracas. Era un talento. Yo le decía que no era normal lo que hacía ese niño. Me identifiqué mucho con él por lo que sufrió por la suspensión por dopaje tras el Suramericano. Muchos quisieron echarme la culpa de eso, pero fue algo que consumió tres meses antes del torneo y que no conocía. Lo peor es que ese medicamento lo usaban mucho aquí en la liga por desconocimiento. Se sintió muy mal. Pero siempre hablamos. Igual que ahora con la lesión que tuvo en Bélgica. Lo llamé para animarlo y sé que nos vamos a ver pronto cuando venga”, dijo.
Madurez necesaria. “Un amigo mío, Jorge Cubeddu, me habló de Miku un día. Lo recordaba, pero tenía tiempo sin verlo. Estaba en España y lo trajimos para observarlo en la Sub 20. Me impresionó al llegar a San Cristóbal, donde estábamos concentrados. Bajándose del avión me dijo que si lo necesitaba, se vestía para entrenar de una vez. Le dije que sí y pensé que así iba a llegar muy lejos. No me equivoqué”, relató.
“Siempre fue muy maduro. Se fue a vivir fuera del país muy joven, mientras su mamá se quedó aquí con su hermana, y eso hace que el jugador crezca, porque vivir solo no es fácil y él ha capitalizado todo ese esfuerzo que hizo”, dijo.
“En el Suramericano empezamos con un solo delantero, Paul, y Miku un poco más atrás. Pero luego tenía que meter a Ronald, y pasó Miku al frente, porque eso es lo que es, un delantero nato. El trabajo en España para lograr eso se le nota muchísimo. En ese torneo, me tocó levantarlo después que falló un penal, pero sin presionarlo. Le dije que le había pasado a Maradona, Zico, Platini. Y se le pasó”.
El crack del bloque 4. “A Guerra lo conozco prácticamente desde que era niño. Conocí a su papá, a su hermano el que murió (cuando “Lobito” estaba en Perú con la selección). El vivía en el bloque que está antes del mío en Lomas de Urdaneta, en Catia. Hasta nos enfrentamos en un torneo de la zona, porque él jugaba con el bloque 4 y yo, aunque ya estaba retirado, estaba en otro equipo. Nos vimos en la final y mandé a uno de los mejores de los nuestros a marcarlo. “Para a ese muchacho”, le dije. Y ganamos”.
En el Caracas, Carrero seguía admirando a Guerra. “Yo tenía al equipo Sub 20 y quería subirlo siempre, era extraordinario, pero no lo hacíamos mucho porque entonces el Sub 17 cojeaba”.
Líder de pocas palabras. “Grenddy Perozo era el que tenía mayor experiencia, más minutos en primera división. Era titular en Trujillanos, venía de ser fijo en todas las selecciones menores. Si Paúl era el líder alegre, Seijas y Perozo ponían la seriedad y el carácter. Grenddy siempre ha sido parco, pero tenía la madurez, sabe cuando está para la pelea”, contó.
“Yo le decía que jugara la pelota al salir, que si se equivocaba, yo era el culpable. Yo copié eso de Richard Páez, lo digo sin pena, porque las cosas buenas hay que copiarlas. Richard decía que hasta cuándo íbamos a tirar la pelota arriba, que había que salir jugando. Y eso tenía Perozo y este equipo, muy buen pie. Tocaban y tocaban”.
Contra pronóstico. “En el Suramericano, Granados me dijo un día que no aguantaba, que estaba lesionado, que no sentía las piernas. Realmente era cansancio. Y en su caso había una explicación. Su formación fue casi amateur. Tenía las deficiencias de la sociedad venezolana, venía de una familia humilde, carecía de la formación atlética. Y eso le creó inseguridad. Aquí casi no hay laterales y cuando tuvimos que buscar, fue el mejor de los que había. Creo que todavía Granados puede dar más. Mucha gente lo critica en la selección, pero sé que aún no ha demostrado todo lo que tiene”.
Amistad duradera. Carrero es el primero en enorgullecerse de lo que muchos de ellos han logrado. “Es que había demasiado talento y eran todos muy comprometidos con el trabajo. Y lo mejor que quedó fue una amistad con ellos. Todavía hoy los veo, hablamos y me abrazan”.
Y como el resto del país, espera que las conquistas de este grupo con la selección apenas estén empezando.
(Nota escrita para la edición 13/2 de El Nacional)