Tres semanas exactas sirvieron para forzar un camino que hoy el Caracas ha decidido emprender con todos los riesgos que implica. El jueves 25 de febrero de este año, murió el doctor Guillermo Valentiner, quien creó a este moderno Caracas y lo convirtió en el mejor equipo del país. El jueves 11 de marzo, falleció también José Melecio Sanvicente, padre del técnico Noel Sanvicente. Y una semana después, el jueves (sí, otra vez jueves) 18 de marzo, “Chita” anunció su renuncia como director técnico, agotado por esos golpes anímicos, sumados a la inefectividad en la Copa Libertadores y a los rumores dentro de la organización sobre los cambios que se querían generar.
¿Cuáles eran esos cambios? Según el plan expuesto por la directiva y el nuevo técnico, Ceferino Bencomo, se buscaría promover con mayor ímpetu el talento de las canteras rojas para poder generar ingresos por la venta de esos jugadores, en la búsqueda de un modelo económico más efectivo.
Lo que ocurrió entre ese momento y esta semana fue una etapa forzada de transición y definición. Bencomo pudo ganar el Clausura y conseguir una nueva estrella con aquel equipo, con total autoridad en la final.
Pero luego debía empezar a moldear al “nuevo” Caracas, al que respondiera al modelo esbozado. Si bien utilizó gran cantidad de juveniles en este Apertura que hoy finaliza, durante los momentos de mayor apremio dependió de las figuras de recorrido y jerarquía, como era lógico pensar si había que darle importancia a los resultados. Y en una organización como Caracas, eso importa, más allá del modelo gerencial.
Esta vez no pudo ganar el título del Apertura y había que tomar decisiones. Hasta acá, podía haber similitudes con otros años en los que estuvo Sanvicente al mando, en los que se pensaba que Caracas podía seguir ganando a pesar de grandes éxodos, solo con la cantera y sin fichajes de renombre, y luego en el segundo semestre había que corregir y reforzar mucho mejor para afrontar el Clausura y la Libertadores con doble exigencia. Y con frecuencia, ganaron así.
Entonces ahora, en el momento de escoger entre esa antigua fórmula o profundizar el impacto de su nueva política, optaron por lo segundo. Y aquí empieza la etapa verdaderamente interesante del Caracas dentro de este giro propuesto. Porque, como se afirmó al inicio, se ha decidido emprender el camino con todos los riesgos que implica. Con la salida de emblemas de la organización como José Manuel Rey y Luis “Pájaro” Vera o figuras como Darío Figueroa, el Caracas ha afirmado que está dispuesto a asumir el reto hasta sus últimas consecuencias.
Ese reto no es cualquier cosa. Es tratar de ganar con una combinación de jóvenes y figuras de menor renombre. A falta de conocer cuáles serán esos refuerzos, Renny Vega, Franklin Lucena y Edgar Jiménez tendrán que ser los líderes de este nuevo Caracas. Y aunque lleguen algunas figuras para compensar la inexperiencia, ya hay una declaración de intenciones: este rojo necesita triunfar con bajos costos.
Los riesgos son varios. Que los triunfos no lleguen como antes, que la rutina de la Libertadores se pierda (y con ella mucho dinero por participación y avances), que el fanático sienta desapego por un cuadro que no consideró indispensables a sus figuras. Es mucho peso colocado sobre el resultado. Si Bencomo lo logra, renacerá Caracas con nuevas estrellas dentro del campo y en el escudo, ganará esa lealtad incondicional de la grada. Si no lo consigue, el “nuevo” Caracas podría ser uno que haya perdido su principal y más importante característica.
(Columna escrita para la edición 12/12 de El Nacional)