El orgullo de José Mourinho había quedado tocado con la goleada 5-0 del año pasado. Su naciente proyecto con el Real Madrid sería un fracaso, según su propia medida, si se limitaba al mismo papel de Juande Ramos o Manuel Pellegrini: excelentes números y la recompensa de ser el segundo detrás del Barcelona, sin título alguno.
Para Josep Guardiola, todo iba bien. Si alguien le recordaba cómo el Inter de Mourinho lo había eliminado en 2010, pues esta "manita" bien podía ser su respuesta, sin tener que decir más.
El destino quiso poner una seguidilla de cuatro partidos entre los dos que definiría la temporada de cada equipo. Y ese mano a mano es ideal para Mourinho, especialista en planificar para una circunstancia y para un rival específico, a diferencia del idealista Guardiola.
Los dos primeros choques le dieron al lusitano una victoria moral y otro triunfo real. Con la Copa del Rey en la mano, le trasladó la presión al catalán y al Barcelona. Y aquí el juego cambió para los dos siguientes encuentros, que empezarán hoy con la ida de la semifinal de la Liga de Campeones en Madrid.
Si bien Guardiola puede decir que está al nivel de Mourinho entre los grandes técnicos del mundo, a pesar de su corta experiencia, hay un terreno en el que el portugués le saca una ventaja inmensa; a él y a cualquiera. Es la guerra dialéctica.
En ese campo se empezó a jugar esta semifinal, cuando Guardiola dejó su actitud casi monástica para intentar equiparar fuerzas con Mourinho. Quiso evitar que le colocaran a un árbitro portugués en la semifinal, como ocurrió el año pasado contra Inter, y tuvo suerte. Pero cuando se le ocurrió mencionar cuán ajustado fue el fuera de juego que anuló el gol de Pedro en la Copa del Rey, le dio la munición correcta a Mou, y confirmó que aunque en la táctica pueda enfrentarse con el técnico del Madrid, en este aspecto en particular, en la provocación y el discurso mediático, Mourinho es el mejor del mundo de lejos.
El portugués lo reafirmó con gusto al ser capaz de sacar de sus casillas a Guardiola, hasta ahora ejemplo de mesura y cortesía. Lo hirió con la bala que el propio Pep le dio.
"Hasta ahora teníamos dos grupos de entrenadores, uno muy pequeñito que no habla de árbitros y otro grande en el que estoy yo, que critica cuando tienen errores importantes. Con las declaraciones de Pep entramos en una nueva era, es el tercer grupo que sólo tiene una persona, que es él, y que critica el acierto del árbitro. Nunca lo había visto en el mundo del fútbol", dijo el portugués en rueda de prensa.
Guardiola, en la misma escena, respondió: "Como él me ha tuteado yo también lo voy a hacer. Mañana (hoy) nos enfrentamos en el campo a las 20:45; fuera del campo ya me ha ganado. Le regalo su Champions particular fuera del campo, que la disfrute y se la lleve a casa. En esta sala, él es el puto jefe, el puto amo y no quiero competir en ningún instante".
Guardiola evidenció algo: esto ya es personal y sólo se resolverá en el terreno. El que vaya a Wembley, tendrá la última palabra.