Tan breve como el vuelo del hombre cohete fue la esperanza de darle al menos un susto al campeón del mundo. Nadie olvida las diferencias que existen con España, pero el tiro libre de David Villa no dejó que la tensión durara ni cinco minutos.
Aunque muchos anticipaban el final de la película, fue cómo confirmar el final de la trama en la primera secuencia. El espectáculo, considerado así por toda la expectativa que generó este encuentro, no tendría ya el mismo brillo.
Esa jugada estropeó el día en muchos sentidos. Empezó por convertir a Renny Vega en el villano del encuentro. También eliminó la posibilidad de ver a Venezuela probar mejor su funcionamiento contra un equipo que se esforzara por controlar el partido. A España, después de ese gol, no le molestó dosificarse aún más de lo planificado. Y además, dejó a las gradas en silencio durante mucho tiempo. Apenas en el segundo tiempo fue cuando el público empezó a realmente hacerse sentir, cuando la Vinotinto aprovechó la relajación rival para llegar con mayor frecuencia al arco de Víctor Valdés.
Pero algo más rescatable que esa reacción final vinotinto fue la clara intención de cambiar. Contra España, nada menos, el equipo quiso apegarse a la orden de salir jugando y asociarse. Frente a otros rivales, con esa misma ambición y fórmula, la esperanza puede durar mucho más.
(Nota escrita para la edición 8/6 de El Nacional)
miércoles, 8 de junio de 2011
Una idea válida pero un mal día para verla funcionar
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