jueves, 17 de mayo de 2012

Munich es una mezcla de entusiasmo y temor

"Mientras Munich se vuelve roja" titula un periódico de la ciudad y paso a paso se confirma la frase. Sentarse en Hofbrauhaus, la mundialmente famosa cervecería, es disfrutar de un anticipo del ambiente que reinará en las calles y en el Allianz Arena el sábado, cuando el Bayern intente convertirse en el primer equipo desde 1965 en ganar en su casa una final de la máxima competición de clubes de Europa.
Gritos y cánticos en honor a los colores rojo y blanco se escuchan, y las camisetas del Bayern, viejas o nuevas, van recorriendo las calles. Hasta las franelas hechas especialmente para este partido se exhiben desde ya, entre locales y turistas que las compran.

Es un beneficio inmenso que ese partido por el título se juegue en el hogar propio. Nadie debe trasladarse, millones de aficionados podrán apoyar en el estadio o en las zonas populares, y claro, los rivales se mantendrán alejados el mayor tiempo posible. Chelsea, el otro finalista, llega el viernes y sus aficionados aún no se hacen sentir.
Munich, por ahora, no cede el protagonismo, salvo en las numerosas pancartas de los patrocinadores del torneo, que hacen que Frank Lampard o Didier Drogba se comparen con las mejores figuras del Bayern. Adidas y Master Card, por ejemplo, han promocionado este choque en vallas gigantescas desde el aeropuerto hasta Marienplatz, el corazón medieval de la ciudad, y la plaza en la que ya los aficionados pasados de tragos empiezan a hacer bulla. En el Parque Olímpico, además, se instaló ayer el acostumbrado Festival de la Champions.

Pero en medio de ese gran entusiasmo, hay un temor subyacente. Desde que a Munich le asignaron la sede, la posibilidad de estar en la final se convirtió en una obsesión para todos en la capital de Baviera. En esta temporada, más que un logro, esa final es un reto a los nervios y el corazón de cada aficionado del Bayern.
El cuadro de Munich es apenas el cuarto en esta competición en jugar la final en su casa, después del Real Madrid de 1957, el Inter de Milán de 1965 y la Roma en 1984. Los dos primeros anfitriones ganaron. No hay presión, claro. Y en esta campaña, Bayern ha confirmado que no es el mejor conjunto de Alemania. Puede ser el mejor de Europa, si gana el sábado, pero en su país, el bicampeón Borussia Dortmund lo ha desbancado, porque no sólo repitió el título de liga y dejó al Bayern en el segundo puesto, sino que le ganó la final de la Copa de Alemania con una goleada 5-2.

Por eso en la ciudad se espera también con nerviosismo el encuentro. Una victoria salvará la temporada, aliviará las penas y permitirá sacar el pecho. Pero una derrota, nada menos que en casa, los dejará con las manos vacías y como escolta del triunfador en los tres torneos principales de la temporada.
Suficiente razón para poner de cabeza a la ciudad si el sábado, en el Allianz Arena, la copa se viste con cintas rojas y blancas.
(Nota escrita para la edición 16/5 de El Nacional)