domingo, 27 de mayo de 2012

La teoría de conspiración del técnico moderno



 El técnico pide privacidad, evita que haya alguna mirada externa en el entrenamiento y les grita a sus jugadores si no cumplen con el plan meticulosamente trazado. Luego elude preguntas de la prensa, pero aprovecha para advertir que los árbitros deben hacer bien su tarea esta vez, no como en el último partido en el que perjudicaron a su equipo.
La alineación celosamente guardada se da a conocer y son los jugadores los que deben tolerar otro reclamo, ya no en el campo por equivocarse en el movimiento exacto en la práctica, sino en el camerino por haber “filtrado” el secreto sumarial, esa pequeña ventaja que no le podía dar a su rival.

No hace falta ponerle el nombre al personaje porque no lo tiene. O tiene muchos. El director técnico actual cae en esta representación -o en alguna de las conductas descritas- con mayor frecuencia de la que quisiera. Hasta el usualmente correcto Pep Guardiola lo ha hecho. Es la marca de los tiempos. Entre las exigencias de aficionados y dirigentes, la vorágine mediática, las herramientas de análisis a disposición de los cuerpos técnicos y hasta la aparición de twitter como método de inmediata propagación de cualquier información, los técnicos hoy sospechan hasta de su sombra.
Para esbozar el perfil del entrenador moderno en estas circunstancias, el experimentado Carlos Horacio Moreno presta su valiosa colaboración. El cambio, en los últimos años, ha sido radical. “Cuando era entrenador del Caracas ni siquiera tenía que cerrar los entrenamientos. Me iba a Los Castores (San Antonio de Los Altos) a hacer fútbol y nadie llegaba hasta allá, ni los periodistas. Entonces trabajaba tranquilo siempre”, recordó.

Como todo en la vida, el exceso es malo. Pero Moreno encuentra una justificación para los principales y más comunes actos de desconfianza: cerrar un entrenamiento o evitar confirmar la alineación antes del partido.
“Bueno, algo hay que esconder, sí. Y claro que los rivales muchas veces buscan ver tu entrenamiento. Pero no creo que debería ser por los movimientos de los jugadores, porque lo cierto es que los equipos no cambian tanto. De partido a partido las variaciones son mínimas y hoy en día tú ves con facilidad los partidos del contrincante”, explicó.

Cerrar una práctica es una opción completamente válida, si bien no hay necesidad de ir al extremo de aislarse de todo. La mayoría de los técnicos coinciden en una oportunidad puntual para hacerlo y Moreno lo confirma.
“En el ensayo de jugadas con pelota detenida, ahí sí me cuido. Es importante que no sepan si la haces a dos o tres toques, quién va al primer palo, esas cosas. Hay que ocultar algo, no se puede decir todo. Si te aviso que voy a ir a invadir tu casa, te mudas. Por eso cuando los periodistas preguntan las alineaciones, es normal no confirmarla. Pero tampoco estoy de acuerdo con engañar, decir una cosa para después hacer otra”.

Esa paranoia es la que Moreno y otros colegas desean evitar en su trabajo, aunque la rutina moderna parezca obligarlos. “Un técnico se puede ajustar a lo que hace otro en el mismo día del partido. Los jugadores no cambian tanto, tu creencia futbolística tampoco. Hay características fijas en los equipos. En un Mundial todo el mundo conoce a las selecciones y entonces ¿cómo haces? Entiendo si lo haces por algún detalle en la formación, si deseas que no sepan que vas con un solo delantero para poblar más el mediocampo o algo así, pero incluso a eso te puedes adaptar de inmediato”, argumentó.

Presiones dentro y fuera. Esconder información de la prensa o el rival no es el único motivo para cerrar un entrenamiento. “A veces los técnicos lo hacen por problemas con la hinchada, para trabajar más tranquilos si no están bien”. Otros estrategas desean tener la libertad para recriminar algún error sin que eso origine una historia en la prensa sobre el mal ambiente de un equipo o la última controversia entre el técnico y un jugador. “También, sí. Hay quien lo hace por eso, pero yo no creo en insultar al jugador. No hay necesidad. Es más, creo que si el técnico se deja ver así, transmite inseguridad, se la transfiere a sus jugadores. Hay que estar tranquilos”.
Pero cualquier exigencia de la afición y los medios de comunicación se queda corta. La verdadera presión llega desde la directiva de un club o la presidencia de una federación porque ellos determinan la continuidad del técnico.

“Hay demasiada presión y genera esa obligación a sospechar, a volverse incrédulo. Se está complicando la cosa para los técnicos. Ahora la mayoría trabaja en base a que no los echen. Hace poco estuve en Argentina y noté esa tendencia. Es terrible. Hasta un tipo como el ‘Coco’ Basile se impuso una exigencia, dijo que si no ganaba tales partidos se iba. No lo hizo y tuvo que cumplir su palabra e irse”.
Agregó Moreno: “Los dirigentes hoy no contratan por un modelo. Un mismo equipo busca técnicos muy distintos sólo por el resultado y se trabaja por un año. Si es año y medio, ya incluyen una cláusula para tener una salida si la cosa no va bien. Hay pocos tipos como Mourinho, que pone a Coentrao en un partido clave cuando más lo critican y no le importa. Ahora todos temen”.

Al final, el miedo a perder domina e impulsa este círculo vicioso de sospechas, presión, paranoia y urgencias. La importancia del entrenador aumenta y también la exigencia. Se le da todavía más relevancia en el resultado, al punto de pretender que los consiga por solicitud, como una rápida solución de producto de telemarketing.
Moreno ofreció un ejemplo: “A mí me llamó en una ocasión un equipo que estaba mal. Me dijeron que querían que los salvara. Les dije ‘no, si quieren que los salven, busquen a un bombero’. Sé que hay técnicos que sí lo aceptan y no lo critico, pero yo quiero dirigir para ganar cosas importantes”.

En un fútbol cada vez más controlado por la exigencia inmediata, pareciera que la victoria más importante es la que le permite al técnico seguir en el timón. Por un partido más. Si es que a los jugadores no se les ocurre volver a “filtrar” la alineación.
(Nota escrita para la edición 27/5 de El Nacional)