En Cataluña saben que es una leyenda viviente, quizás por eso aprovechan para hacerle saber su gratitud a tiempo y no cuando esté retirado o ya ni siquiera esté en este mundo para recordar sus hazañas.
Una de las imágenes más impactante que dejó el triunfo del Barcelona en la Supercopa (más allá de la ridícula agresión de José Mourinho a Tito Vilanova) fue la reverencia de casi 100 mil personas a Lionel Messi, en pleno partido. Desde la tribuna principal del Camp Nou se podía apreciar bien el gesto multitudinario: los dos brazos extendidos y el movimiento de inclinación del cuerpo hacia adelante. Repetitivo. Una coreografía alegre acompañada de un sencillo canto: "Meeeeeesi, Meeeeeesi".
Con un partido como el que jugó el argentino, cuesta encontrar exageración en el gesto de una afición agradecida. Messi liquidó a un Real Madrid que venía en alza y que bien podía haber ganado la serie. Y el rosarino lo hizo 10 días después de haber terminado sus vacaciones, sin haber participado en los encuentros de fogueo ni haber hecho pretemporada con el equipo.
"Con Messi no se puede. Vino en chancletas e hizo dos goles", dijo Gerard Piqué en referencia al poco tiempo que necesitó el zurdo para olvidar sus vacaciones playeras y empezar a dejar su huella en la nueva temporada. Pero resulta que el gesto del Camp Nou no fue inspiración de un día. "Ya esa reverencia la hacen en todos los partidos que define Messi", explicó un aficionado culé. Lejos de quitarle valor a la acción, lo aumenta. El zurdo no solo se siente adorado en casa, sino que se siente en obligación de retribuir tal cariño. Sus festejos, además, se hacen más vehementes de acuerdo a la importancia del momento.
De sus celebraciones cortas y grupales, en abrazo colectivo con sus compañeros, ha pasado también a señales para el público mucho más enérgicas y con matices de complicidad. En Wembley, en la final de la Liga de Campeones de este año, pateó un micrófono de campo y la valla contra la que se apoyó. Fue en parte en desahogo por un final de temporada con una breve sequía y también una manera de responder a la energía del público que viajó a apoyarlos. En el Camp Nou, el pasado miércoles, esa fuerza se volvió a notar en sus gestos, en especial en su segundo gol. Con el puño lanzado al aire, dando vueltas, arengando al público y con alguna grosería también, ejemplificó el orgullo del equipo, de su afición, en poder derrotar una vez más al enemigo de siempre.
Sin rencor. Que Xavi o Andrés Iniesta no hayan ganado el Balón de Oro de la FIFA el año pasado es culpa de Messi. Los dos españoles, símbolos del fútbol azulgrana, tuvieron que ceder el protagonismo, por enésima vez, al argentino. Y lejos de guardarle rencor, en Barcelona prefirieron rendirle tributo a esta leyenda viviente, por más que les habría enorgullecido tener a Xavi o Iniesta en el lugar de honor.
En el museo del Barcelona, dentro de las instalaciones del Camp Nou, el club exhibe con orgullo los dos trofeos Balón de Oro otorgados a Messi. Durante el recorrido, un visitante curioso comentó al ver la sección dedicada a este galardón, en la que se muestra a otros ganadores que han militado en el Barcelona. "Mira, la mayoría son brasileños o al menos extranjeros. Prácticamente no hay españoles". La guía del tour, algo apenada, utilizó una excusa singular: "Bueno, Messi es casi catalán para nosotros". Una muestra más del cariño que le tienen al mejor jugador del mundo.
(Nota escrita para la edición 21/8 de El Nacional)
lunes, 22 de agosto de 2011
El Camp Nou es la casa del culto a Messi
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