domingo, 1 de abril de 2012

Conspiración contra el fútbol

Las páginas deportivas de un diario de información general o los rotativos especializados suelen ser una fuente de entretenimiento para sus lectores, un merecido descanso entre las desgracias que el mundo sufre día a día y que los medios de comunicación deben reseñar. Aunque el periodismo deportivo no escapa a esa dinámica, tiende a ofrecer, en proporción, un contenido ligeramente más positivo y optimista. Pero resulta que los protagonistas actuales del fútbol parecen olvidar este principio, se niegan a ofrecer más noticias y temas positivos. Convierten a la acción en el terreno en un pensamiento secundario.

En España, la frecuente crítica a los árbitros pasó a convertirse en un factor más en la enconada lucha entre Barcelona y Real Madrid. Ya no es más una queja producto de la exaltación del momento, es una estrategia a seguir para influir en el balance de poder entre dos grandes equipos.

Con muchos argumentos para ser ejemplos para el resto del mundo, si se hablara más de sus virtudes futbolísticas y menos de sus reclamos a las decisiones de árbitros y organizaciones, no habría tantos artículos de los cuales quejarse nuevamente cuando se analizan estos lamentables temas.

En Venezuela la proporción aumenta. Como si no fuera poco tolerar la presencia eterna de las deudas económicas, mal arbitraje, terrenos en mal estado y pobre capacidad de organización, tampoco se cuida lo bueno que se ha sumado en los últimos años. La novela legal entre la FVF y Empresas Polar pica y se extiende, y causa curiosidad que en los tiempos en los que jugadores y el cuerpo técnico piden unión en torno a un objetivo para poder lograrlo, la Vinotinto parece el hijo afectado de un divorcio, con una polémica tan pública y molesta que cualquier mensaje sentimental de cada lado del pleito se ve ridiculizado ante la obvia razón de su disputa: dinero.



En la liga venezolana, mientras tanto, los equipos tienen que escuchar la mención de esos millones cuando muchos de los estadios en los que juegan se deterioran a un ritmo tan acelerado que parece que la Copa América se hubiese jugado en el país hace 15 años y no 5. Si el nivel del campeonato no era suficientemente bajo como para producir los resultados que hoy se ven en la Copa Libertadores, ahora se añade un grado de dificultad mayor: intentar jugar en estos terrenos olvidados por un personal de mantenimiento.

Y en medio de todo eso, todavía se deben escuchar las acusaciones provenientes de varios equipos, unos contra otros, acerca de una teoría conspirativa que involucra compra de árbitros o arreglos para perjudicar a tal o cual conjunto exitoso. Una cosa es denunciar un hecho específico, otra es asumir que todos son culpables de algo. Por eso las teorías conspirativas suelen salirse de control. Pueden empezar con una sospecha, quizás hasta con una prueba, pero una vez que la tendencia se hace moda, se convierte en un fenómeno absurdo. Todo queda en duda, nadie está libre de pecado, y no hay peor destino para una disciplina deportiva que caer bajo esa sombra. Le pueden preguntar al atletismo o al ciclismo.

Al final, la verdadera conspiración del fútbol es contra el deporte mismo. Quienes lo dirigen y lo juegan alejan cada vez más el foco de la acción y lo dirigen hacia los entretelones. El periodismo no puede corregir esto por ellos y no puede voltear la mirada. Y mientras tanto, más y más personas del fútbol piden a los medios que dejen de hablar tanto de lo que está mal y que se concentren en el fútbol. Perfecto, sería lo ideal ¿Nos ayudan?
(Columna escrita para la edición 1/4 de El Nacional)