lunes, 14 de noviembre de 2011

Jonay Hernández: “Con humildad, la adaptación a la Vinotinto es fácil”


Jonay Hernández y Fernando Amorebieta tienen algo en común: ambos debutaron en una eliminatoria con Venezuela con un triunfo histórico. Para un jugador que quiere ser acogido por una afición que no los conoce y sus nuevos compañeros, no hay mejor forma de forzar una bienvenida.
Entre 2003 y 2004, el ex seleccionador Richard Páez quiso sumar jugadores a su causa, varios de ellos criados y formados en el exterior, para poder iniciar la eliminatoria para Alemania 2006 con la mejor de las opciones. Jonay fue uno de los que aceptó y comenzó una etapa en su carrera que disfrutó mucho. Se convirtió en vinotinto.
Hoy, César Farías ha logrado sumar todavía más figuras en esas circunstancias. Además de Amorebieta, llegaron Julio Álvarez (que se negó en su momento con Páez, cuando Massimo Margiotta sí aceptó), Andrés Túñez y los hermanos Rolf y Frank Feltscher.
Si alguien entiende cómo se deben sentir los nuevos vinotintos es Jonay Hernández, quien además vivió de cerca la reciente adaptación de otro “repatriado”: su hermano, el portero Dani Hernández. Por eso, el lateral izquierdo es un personaje ideal para analizar el proceso que hoy viven las nuevas adiciones al proyecto de Farías.

- Hace ocho años, también en Barranquilla, fue tu debut en una eliminatoria. ¿Cómo fue ese momento?
- Fue un partido muy especial por poder estrenarme en el premundial y por poder ganar, sobre todo. Fue un punto de inflexión también para Venezuela, creo, porque le ganamos a Colombia en su casa. Recuerdo que echaron al entrenador de ellos, porque claro, ¿cómo iban a perder contra Venezuela en Barranquilla? Fue bonito para mí, porque apenas comenzaba con la Vinotinto, antes solo había jugado contra Nigeria en Londres, pero fue un amistoso.

- ¿Ayudó a tu adaptación al grupo haber sido titular y gran parte de ese triunfo contra Colombia? Porque algo similar le ocurrió ahora a Amorebieta.
- Evidentemente, si llegas a un grupo nuevo y ganas, es así. Si juegas contra Argentina, le ganas y encima haces el gol (lo que hizo Amorebieta), pues es mucho más fácil. Pero en la selección hay buena gente, tipos humildes, no creo que tengan problemas para adaptar a estos nuevos jugadores. Y si es para mejorar a la selección, es más sencillo. A mí me sucedió en Barranquilla, a partir de ese momento me sentí mucho más integrado al grupo y todo fue mucho más cómodo.

- ¿En el primer partido, contra Nigeria, te había costado? Ese amistoso no fue un partido común.
- Sí, ese juego en Londres fue extraño. Apenas llegué pensé que era una locura, que si jugábamos, que si no, que si no habían pagado. Fue algo caótico, pero me quedo con que pude jugar y al menos me sirvió para conocer a los compañeros y luego poder debutar en un juego oficial en Barranquilla.

- ¿Es complicado entrar en un grupo que se conoce bien y que está acostumbrado al técnico?
- Eso va también con la personalidad de cada uno. Yo nunca he tenido problemas, me he acoplado bien a los grupos en los que he estado y este fue más sencillo, con jugadores como Juan Arango, Héctor González o Alejandro Cichero, que son muy buena gente. Fue fácil para mí, recuerdo esa etapa inicial con mucho cariño. Incluso en ese partido en Barranquilla, cuando Juan marcó el gol el primero en ir a celebrarlo con él fui yo. Me sentía parte del grupo, como si hubiese estado ahí toda la vida.

- ¿Cómo debe comportarse un jugador cuando llega a un grupo ya establecido?
- Hay que ser muy cauto, soy de los que piensa que al integrarte a un grupo, lo primero que debes hacer es observar, entender cómo debe ser tu comportamiento con tus compañeros. Hay situaciones más difíciles, como cuando no hablas el idioma. Me sucedió en Escocia en mi primer año. El que llega debe ser inteligente para acoplarse, no puedes llegar y pretender ser el protagonista, el líder, el que llame la atención. Es preferible ser cauto e ir poco a poco. Pero el grupo de la selección es muy positivo, se hacen muy buenos amigos ahí.

- Mencionaste entre los que te ayudaron a Juan Arango, que hoy en día es el capitán, además. A él se le conoce como alguien reservado, cuando se trata de su imagen pública, pero se nota mucho más extrovertido con sus compañeros. ¿Fue así en su trato contigo?
- Sí. Juan al principio parece serio de cara a la gente, y hace bien, porque por su protagonismo y la expectación que levanta es normal que actúe así frente al público, pero es una de las mejores personas de la selección. Tanto a mí como a mi hermano Dani nos ha acogido muy bien y nos ha hecho las cosas mucho más fáciles. Juan es un pilar fundamental de la Vinotinto, no sólo como jugador sino como persona. Que sea capitán tampoco cambia eso, porque no es su responsabilidad única y exclusiva integrar a los que llegan, eso es más una labor de grupo.

- En tu carrera has conocido a varios de los nuevos jugadores de la Vinotinto. ¿Cómo ves su adición a la selección?
- Sí. Julio estuvo hasta hace poco aquí en el Tenerife conmigo hasta que salió para el Numancia. Tiene muchísima calidad, puede ayudar mucho a balón parado. Amorebieta es más que conocido aquí en España, va bien por arriba, es muy agresivo y en la selección puede dar muchísimas cosas en este camino al Mundial, como los demás. Quizás al principio es normal que les tome algo de tiempo adaptarse de lleno, pero si la humildad prima, y en la selección eso sucede, no habrá problemas. Espero que por fin Venezuela pueda ir al Mundial, porque tiene jugadores muy valiosos.

- La gente suele tener cierta reticencia al principio con jugadores repatriados. ¿Te pasó a ti?
- Sé a lo que te refieres. Son reticentes a la gente que no ha vivido en Venezuela, que no ha estado ahí, pero te hablo por mi experiencia. Cuando suena ese himno lo sientes de la misma forma que si hubieses vivido en Venezuela. Por estar acá en Europa no he dejado de ser venezolano, nos sentimos así y en ese momento se nota. La gente que no crea que vamos a pasar el rato. Sé que los que se unen ahora, van a aportar. Van a crecer como jugadores y darán lo máximo a la selección para buscar la clasificación al Mundial, que sería un logro increíble.

- Además de un sentimiento, hay un orgullo profesional involucrado, ¿no?
- Sí, porque incluso en mi etapa con el Córdoba, me tenía que sacrificar muchísimo para ir a la selección. Jugábamos en La Paz y al fin de semana siguiente tenía que volver al equipo y me costaba. Si no rendía ciento por ciento, podía perder la titularidad o la regularidad de juego. Es un sacrificio profesional, pero a mí no me importaba porque quería jugar esos partidos con la selección.

- ¿Cómo recuerdas esa relación con el público luego de haberte ganado un lugar?
- Muy bien. Ya en los últimos años de mi etapa, recuerdo que podía caminar por Caracas y la gente me reconocía en la calle. Para mí fue increíble, me sentí muy orgulloso de ser venezolano, de lo que había hecho por la selección y saber que había aportado mi granito de arena. La verdad es que los mejores recuerdos de mi carrera hasta ahora son con la selección.

(Nota escrita para la edición 14/11 de El Nacional)