lunes, 21 de noviembre de 2011

El tramo más difícil es la mayor ilusión

Mientras la realidad mejora, la expectativa aumenta. Lo vivió José Omar Pastoriza, Richard Páez y ahora, con más razón, César Farías. Por eso conviene ver la eliminatoria en toda su extensión y luego vivirla paso a paso. ¿Cuántos puntos hacen falta para clasificar? La respuesta no puede ser definitiva, porque esta eliminatoria es como ninguna de las más recientes, debido a la ausencia de Brasil. También porque, como quizás ninguna otra antes, muestra una paridad tan clara entre las selecciones, que puede que no haga falta sumar una cantidad apreciable para ir al Mundial o al repechaje, y sólo baste estar un punto por encima de un lote compacto de candidatos. Por eso Farías insistió tanto en el valor de un punto en esta eliminatoria, porque cuanto más se acerca la Vinotinto a su sueño -y ha avanzado siempre un paso o más en cada uno de los premundiales anteriores-, más crucial o exigente parece cada partido. No obstante, lo cierto es que se puede ganar o perder la clasificación tanto al principio como al final.
Si se dividiera la eliminatoria en grados de dificultad para Venezuela, habría que pensar que se superó una etapa complicada y que toca prepararse para la más difícil. Los siete puntos obtenidos hasta ahora superan la cosecha de Suráfrica 2010 de las cuatro primeras fechas, aunque ahora viene el tramo que hizo sufrir al seleccionador César Farías como nunca en su ciclo: visita a Uruguay, recibir a Chile, y viajes a Perú y Paraguay. Esta vez no habrá que esperar la llegada de Brasil, otra tragedia más en la eliminatoria pasada, en un pasaje que apenas le dio un punto a Venezuela en cinco partidos. Sin embargo, aquel recuerdo doloroso del pasado es la esperanza más clara para el técnico en el presente. Hoy, Farías sabe que Venezuela puede sacar más que un punto en este tramo.
También sabe que quizás de eso pueda depender el boleto al Mundial, si logra superar con creces la cifra anterior. E ilusiona, sobre todo, porque la segunda vuelta, sin poder llamarla sencilla (lo cual sería irresponsable), es mucho más conveniente para la Vinotinto. De ocho partidos, cinco se jugarán en el hogar, allí donde la selección ha aprendido a ganar paulatinamente los partidos desde 2001 y hoy exhibe una gran confianza. Lo pudo hacer en mayor medida en el camino a Suráfrica y lo ha logrado con efectividad máxima hasta el momento en los dos choques contra Argentina y Bolivia. Los dos últimos juegos de 2013 serían en casa contra Perú y Paraguay, y nada mejor que poder resolver como local el capítulo decisivo de tu historia.
Sin embargo, el aficionado no ve el asunto con la misma frialdad. Ni siquiera sirve pedirle que lo haga. También hay que pensar que aburrida sería la grada si lo vivieran así. Ahora la exigencia es mayor que en la eliminatoria pasada. La presión, con cada partido, también irá en aumento. Mientras mejor juegue la Vinotinto, más se esperará de ella. Venezuela suma siete puntos, un récord para el combinado en este tramo, y mucha gente se pregunta qué pasa con los delanteros o por qué se ganó con apremio contra Bolivia. Se obvia, en ocasiones, lo que costó llegar a este punto. Y a ese hecho también quiere adelantarse Farías y el equipo.
No celebran en demasía lo conseguido hasta ahora y piden paciencia para lo que viene. Saben que esa exigencia y presión pueden resultar contraproducentes, si dejan que la ansiedad gane. Pero cuando llegue la hora de jugar los últimos puntos por el boleto (asumiendo, ojalá, que será así) también habrá que adaptarse a esa realidad y a esa expectativa. Y esperar que todas esas energías, nervios y emociones terminen por coincidir en un estallido de júbilo.
(Columna escrita para la edición 20/11 de El Nacional)