jueves, 19 de junio de 2014

Postales desde Brasil (IV): Las distintas caras de Río


RÍO DE JANEIRO
Para describir Río de Janeiro primero hay que preguntar "¿cuál parte?". Esta grandiosa ciudad puede ser muchas ciudades a la vez, al menos para el que la visita y decide moverse más allá de Copacabana.
En esa zona empieza todo para el turista, claro está, y es que su famosa playa, los hoteles, la vida nocturna, el ambiente informal y festivo del lugar, invita a pensar en una vacación eterna. Pero la misma zona playera tiene sus diferencias. La bulliciosa Ipanema y la más sofisticada Leblón ofrecen variedades para el visitante que quiere pasar todo el tiempo en una onda playera.

En el centro, sin embargo, palpita una ciudad más ajetreada con comerciantes informales y grandes empresas con sus ejecutivos entrecruzándose en las calles en un caos similar al de las principales capitales del mundo. Allí, decenas de llamativas edificaciones de vieja data (y algunas más recientes) también sirven de punto de interés para el turismo.

Aventurarse en zonas más humildes también tiene sus recompensas, es una iniciativa que acerca más al verdadero carioca, sin llegar al cliché de los habitantes de las favelas inmortalizados en películas. La escalera de Selarón en Santa Teresa es un sitio de encuentro tradicional para los visitantes que permite conocer, de día o de noche, una vida distinta a la de Copacabana. La verdad es que para conseguir los íconos de Río de Janeiro hay que transitar partes de la ciudad muy diferentes unas de otras. Sin hablar de Barra da Tijuca, la zona en expansión que acumula la mayor cantidad de centros comerciales de alto nivel y en la que Río cambia una vez más de piel en amplias avenidas y espacios abiertos.

Como si eso no fuera poco, la Copa del Mundo ha acentuado mucho más estas diferencias. Quizás la expectativa sea lo que más afecte la percepción, porque todos imaginábamos un Mundial en Brasil como una fiesta sin parar en cada calle. Y la verdad es que ese ambiente soñado solo se consigue en Copacabana debido a la invasión de turistas. A menos que haya una victoria de Chile y entonces uno pronto se da cuenta de algo: Río ha sido invadida (fue impresionante ver cómo parecían multiplicarse los chilenos en el metro, en las calles luego del triunfo. Sin contar con el excepcional ambiente que crearon en el Maracaná con sus gritos, cánticos y el himno). Pero en fin, la razón de la concentración  en un solo lugar es obvia: ahí está todo. Los hoteles cinco estrellas, la vida nocturna, la playa, el Fan Fest, los estudios de las principales cadenas de televisión del mundo, etc. Todos quieren estar en Copacabana. Y caminar por allí a cualquier hora es vivir esa locura desatada del Mundial en Brasil.

En el resto de la ciudad, sin embargo, no es así. En el centro, la gente debe trabajar igualmente y apenas se consiguen artículos del Mundial en algunas esquinas gracias a vendedores callejeros. Ese "ambiente", una esperada saturación de los sentidos con los colores, imágenes y sonidos del Mundial, no se repite en otras zonas como ocurre en la principal playa. Pero realmente es un problema de expectativas y de excesos. Porque basta caminar la ciudad cuando un partido se está jugando, en especial si ese encuentro es el de Brasil, para comprobar que sí hay una característica que une a todos los cariocas y sus zonas de residencia: no hay esquina, no hay comercio, donde sea, que no tenga un televisor con el partido de turno del Mundial. Y si no hay juego, hay un programa en el que hablan del torneo. Durante este mes, en esas pantallas, no verá otra cosa. Y sí observará a decenas de personas reunidas, paradas o que se detienen cada tantos pasos, para frenarse ante ese negocio y esa pantalla. Esa sí es la cara del Mundial en Río.