domingo, 18 de marzo de 2012

Cuando pasar la pelota se convierte en algo malo

El fútbol venezolano tiende a cambiar sus circunstancias pero los debates se repiten una y otra vez. No importa la crisis, siempre destacará el escaso ánimo de quienes deben asumir la responsabilidad para sacar el pecho y decir presente.
El ejemplo más claro, común y molesto es la deuda de los equipos con los jugadores. Por años fue una marca de la liga y aunque mejore o empeore la situación, las acusaciones y argumentos se reiteran sin cesar. El problema se ventila, los equipos se excusan diciendo que son apenas uno o dos meses ­como si esto perdonara el error-, la FVF no se inmiscuye en estos asuntos ni fija posición públicamente, los jugadores se molestan pero no terminan de establecer una asociación que procure proteger sus propios intereses, la prensa es acusada de promover sólo malas noticias y no "cuidar" el espectáculo.

Cansa, fastidia, agota. Pero igual se repite el ciclo nuevamente, con cada actor cumpliendo su tradicional rol en la secuela y sin que nadie asuma la obligación de acabar con el problema, así las medidas sean impopulares.
Otro ejemplo: la diferencia entre la Vinotinto y los equipos. Aquí las circunstancias cambian todavía más por lo vivido en los últimos 12 años, pero de nuevo se puede apreciar como todos se pasan la pelota sin querer patear al arco. Desde la Vinotinto, durante diferentes ciclos de entrenadores (como también ocurre en muchos otros países en un eterno debate), se ha cuestionado a los equipos por no cooperar con la preparación al poner trabas para ceder a los jugadores, no prepararlos adecuadamente en el aspecto físico o incluso fallar en procurar que tengan su documentación al día en algunos casos. A veces parece olvidarse que esos equipos son los que nutren a la selección.


No obstante, los equipos también parecen olvidar algo, sobre todo cuando reclaman la actual diferencia que existe entre el prestigio de la Vinotinto y el de la liga doméstica: la atención que ha generado el boom vinotinto, tanto en la era Páez como ahora en la etapa Farías, ha permitido incorporar dinero, estadios, aficionados y fama a un deporte que si dependiera exclusivamente de los éxitos de los conjuntos estaría en otro nivel.

Temas sobran para repetir el ejercicio: arbitraje, violencia, Centro de Alto Rendimiento, expansión, el que usted desee. La incómoda verdad es que en casi todos estos problemas hay más de un responsable, aunque rara vez alguno de ellos lo admite.
Siempre resulta más fácil apuntar a otro culpable o a un tercero que poco tiene que ver. Los medios de comunicación y los aficionados también pecan pero si a la FVF, los equipos o los jugadores no les duele lo que sucede ­y por doler tiene que entenderse algo más que una declaración de lamento, debe existir acción-, resulta absurdo exigirles a quienes observan.

En el mismo instante en que se entienda que el fútbol es realmente un espectáculo y que como tal debe primero ofrecer, atraer, cumplir y luego exigir, entonces será menos engorroso el proceso para corregir cada uno de los graves problemas en los que hoy se encuentra el fútbol nacional, sin importar lo mucho o poco que se haya avanzado o la notoriedad que haya adquirido el deporte. Lejos de ser una excusa, esta atención que se ha ganado el fútbol es una responsabilidad. La última palabra que en este deporte parecen querer escuchar.
(Columna escrita para la edición 18/3 de El Nacional)