domingo, 6 de octubre de 2013

Entre el autoritarismo y la indisciplina

La exclusión de Ronaldo Peña de la Vinotinto Sub 17 por indisciplina sirve para reflexionar sobre el manejo de las relaciones que hay en un equipo de fútbol. Más que darle la razón a Peña o al seleccionador Rafael Dudamel, algo imposible de hacer hasta no conocer los detalles del conflicto - que tanto el técnico como el jugador se han reservado por el momento-, la intención de esta columna es reflejar lo compleja que puede ser esa relación entre entrenador y dirigidos.
Hay casos en los que resulta sencillo emitir un juicio. En 2002, en la etapa de preparación de Irlanda para la Copa del Mundo, el técnico Mick McCarthy expulsó del equipo a la estrella Roy Keane, que hizo todo lo posible para que lo sacaran.

El mediocampista se quejó en la prensa de la preparación y de las instalaciones, al punto de decir que iba a abandonar a la selección. Luego cambió de idea, pero cuando McCarthy llamó a una reunión de grupo y le reclamó su actitud, Keane respondió con un discurso agresivo y lleno de insultos al entrenador que duró 10 minutos, de acuerdo con varios de sus compañeros.
Ante esta reacción, McCarthy no esperó a que el capitán amenazara de nuevo con abandonarlos y lo echó. En Irlanda, esto causó debate por mucho tiempo, debido a la importancia de Keane, pero luego de estos hechos era imposible pensar que McCarthy podría haber mantenido a Keane y conservar el respeto de los demás. Su única salida era esa.

Imagine que se hubiese tratado de Juan Arango y la Vinotinto, por ejemplo. ¿Jugar un torneo sin su máxima figura? El deseo de cualquier aficionado es encontrar cualquier otra solución menos esa. Aunque Peña no sea Arango, para la Sub 17, especialmente después de la confirmada ausencia del goleador Andrés Ponce, esta baja también es muy dolorosa. Pero hay casos que no son tan claros como el de Keane.
Raymond Domenech, seleccionador de Francia desde 2004 hasta 2010, es un gran ejemplo de cómo no se deben manejar los conflictos. Incluso en su libro Tout Seul (Solo), Domenech cuenta episodios en los que su verbo o actitud caprichosa dejaron mucho que desear, como cuando le explicó a Grégory Coupet la elección de Fabien Barthez como portero titular. "Sé que durante la temporada, tú has sido el mejor portero, pero yo he escogido a Fabien. No te voy a dar una u otra razón, es simplemente así", le dijo a Coupet.


Domenech tampoco supo relacionarse con Zinedine Zidane, a quien consideraba vital para tener a un grupo de veteranos como aliados, pero con quien tenía choques constantes por no querer escuchar quejas del jugador o por tonterías como no darse la mano o "actuar como si yo no estuviese ahí", como el técnico relata en su libro, que obviamente termina con el famoso motín de los jugadores en Suráfrica 2010.
El técnico debe ser una mezcla de líder, gerente y psicólogo en estas situaciones. No puede ser tan distante que parezca indiferente, ni tan cercano que se crea un jugador más. No puede establecer una disciplina militar, pero tampoco permitir un "bochinche". Que los jugadores entiendan esto es también su responsabilidad. Y el futbolista, sobre todo hoy en día, sabe que hay líneas que nadie puede cruzar. Muchos son los casos de jugadores expulsados por insultos, salidas nocturnas o agresiones.

En el caso de Peña, todavía no es posible saber quién se excedió. Hasta que Dudamel y el jugador no cuenten lo que sucedió, será la palabra de uno contra la del otro. Pero todos podemos aprender de esto. Hay una brecha grande entre el autoritarismo y la indisciplina en la que se deben mover los técnicos y los jugadores para evitar estos bochornos.
(Columna escrita para la edición 6/10 de El Nacional)