CUIABÁ
Un hincha colombiano se le acerca a sus compañeros de viaje
y les dice: “Nos vamos a tener que ir al Fan Fest para ver el juego de Brasil.
Pero mejor nos apuramos porque se va a poner así”. El grupo se levantó al ver
la típica señal de “apretado” con la mano que hizo el interlocutor y de
inmediato abandonaron la feria de comida del Pantanal Shopping, donde hace
minutos habían terminado de ver el Holanda-Chile en una pantalla gigante.
Ver el siguiente partido en el mismo lugar no parecía una
mala opción, salvo por un detalle: no era posible. Aunque para muchos resultara
una sorpresa, el centro comercial tenía una agenda publicada en vallas ubicadas
por todo el recinto con la programación de los cambios de horario que tendrían
en tres días específicos. En cada juego de Brasil en la fase de grupos, el
centro comercial dispuso que cerraría a las 3:00 pm y volvería a abrir a las
7:00 pm. Es decir, había que evacuar el
lugar, pero luego el público podría volver sin problemas. Solo que en el medio,
en esas cuatro horas, había algo más importante que vender: ver jugar a Brasil.
Después sería fácil darse cuenta de que el resto de la ciudad también se había
detenido. Las rutas de autobuses no se normalizaron sino hasta una hora después
de finalizado el encuentro, con cientos de personas amontonadas en las paradas
esperando el traslado hacia sus casas u hoteles.
Y es que como quedó claro ya, lo importante era ver el
partido. Para ello, todos los estaban en el Pantanal Shopping -y que querían
una pantalla gigante para ver el partido- pensaron en el mismo destino, el Fan
Fest. Y es aquí donde Cuiabá empezó a sorprender. En el mismo cemento donde en
otros días a la 1:00 pm se podían ver insectos asados por el inclemente calor
de Cuiabá, este lunes era imposible pensar que una cucaracha pudiera sobrevivir
más de 10 segundos en una aventurada carrera en ese lugar. Miles de personas,
tantas como para llenar el amplio recinto (que además dispone de una tribuna
central), demostraron que ir al Fan Fest a ver un partido del Mundial era una
distracción si jugaba cualquier otra selección, pero una obligación si el
involucrado era Brasil. Media hora antes del partido, los encargados de
seguridad ya habían detenido el ingreso de aficionados y paulatinamente dejaban
entrar a grupos pequeños cada dos o tres minutos para controlar el acceso y
ubicación en un ya abarrotado Fan Fest.
El fervor y la ansiedad dieron paso entonces a los nervios
(el elevado porcentaje de mujeres en el lugar, seguidoras y conocedoras como
pocas aficionadas en el mundo, también incrementó la cantidad de gritos agudos
en jugadas peligrosas). Hasta que llegó Neymar y comenzó su show con dos goles
y jugadas de lujo. El Fan Fest estalló de júbilo e hizo más valiosa la
experiencia de apretujarse entre tanta gente para ver un partido.
La hasta entonces aparentemente tranquila Cuiabá sorprendió
con su devoción por el fútbol. Y es que la ciudad había sido subestimada en
este Mundial tanto como Costa Rica, incluso por los turistas que la
consideraban una sede poco atractiva. Por ejemplo, un paseo por Chapada dos
Guimaraes cambiará su opinión, al verse entre formaciones rocosas, grandes
panorámicas naturales, cascadas y la sensación de haber escapado de la
civilización por un rato. Y en Cuiabá es una visita casi tan obligatoria como
ir al Fan Fest cuando juega Brasil.