CUIABÁ
Eventos como el Mundial, aunque pueden ser vistos como un
gasto innecesario por muchos habitantes del país anfitrión, son también la
plataforma de lanzamiento para la renovación de una ciudad. En el caso de
Cuiabá el ejemplo llega casi al extremo. El “fenómeno” Ronaldo declaró en una
de sus visitas con el comité organizador que la capital de Mato Grosso era la
sede que mayor beneficio podía sacar por su potencial. Y al recorrer la ciudad
y sus zonas aledañas no queda otra cosa que coincidir con esa opinión.
Bien sea que usted pasee por el centro histórico, por el
puerto, por la zona alta y mucho más moderna de la ciudad, por la zona
industrial o por los alrededores de la Arena Pantanal, hay una cosa en común
que une a estos sectores tan diferentes que le dan una diversidad interesante a
Cuiabá: en todos lados hay obreros, vías cerradas, desvíos, conos, láminas,
mezcladoras y mucho trabajo por hacer.
Lamentablemente para muchos visitantes durante el Mundial,
estos cambios no serán vistos ni aprovechados por ellos. Bien sea por mala
planificación del tiempo de ejecución de obras, por ineficiencia o incluso por
corrupción, casi todas las grandes obras de vialidad no pueden ser utilizadas
en estos momentos. La ciudad entera es una zona en construcción, no solo por el
auge de la industria inmobiliaria, que levanta edificios por doquier
actualmente en Cuiabá, sino porque en muchas de las principales avenidas,
autopistas y distribuidores de la ciudad hay uno o varias obras en progreso,
ninguna realmente cerca de ser completada en los próximos días.
Difícilmente alguien puede discutir que esto no tiene que
ver con la Copa del Mundo. Brasil se comprometió a mejorar en el mismo instante
en que se dispuso a organizar el torneo. No hay otra opción. Y Cuiabá, aunque
los fanáticos de otras partes del planeta no podrán verlo en junio y julio,
será una ciudad mucho mejor después de esto. Para eso tampoco tienen opción: o
terminan las obras o se ahogarán entre las cabillas, la tierra y el cemento que
inundan las calles.