RÍO DE JANEIRO
Primer día en Brasil y las comparaciones con lo visto acá
hace un año en la Copa Confederaciones comienzan. También con otros Mundiales.
Pero eso será un tema a tratar más adelante, porque la mayor sorpresa de esta
primera jornada de viaje fue la afición estadounidense en Río de Janeiro.
Luego de un recorrido por partes de la ciudad que no fueron
incluidas en la “agenda” de paseos hace un año, la decisión de retornar a
Copacabana por la noche tenía dos intenciones: visitar el Fan Fest ubicado en
la playa y tratar de encontrar un mejor ambiente de fútbol. La excusa perfecta
era el choque nocturno: Ghana-Estados Unidos. Y en medio de aficionados de muchos
rincones del planeta, en especial argentinos y chilenos (la Albiceleste jugó aquí
el domingo y la Roja choca el miércoles con España), destacó notablemente la
presencia de muchísimos estadounidenses, ataviados con piezas blancas, rojas y
azules, y varios de ellos con la bandera sobre la espalda.
El perfil de estos fanáticos, no obstante, correspondía
mucho más a los universitarios descontrolados que se ven en documentales y películas
cuando invaden playas de su país y México cuando tienen vacaciones (de
primavera o verano). Y es que muy probablemente esa haya sido su principal
motivación para venir al Mundial en Brasil. El fútbol estadounidense ha crecido
mucho, su afición también, pero en los dos Mundiales anteriores nunca se vio
algo así. Y al ver la actitud y los rostros de estos hinchas quedaba aún más
claro. Después de todo, ¿cómo culparlos? ¿No es esa quizás la mejor razón para
muchos otros aficionados, ni tan jóvenes siquiera, de venir a Brasil y
abarrotar los hoteles de Río de Janeiro y las otras sedes “playeras”?
En el Fan Fest, esa maravillosa iniciativa creada en
Alemania 2006 y que debería quedar para siempre en el manual de organización de
Mundiales de la FIFA, tuvieron que detener por unos minutos el ingreso de personas
al recinto. Copacabana tiene ese efecto. Y en medio de ese nutrido y variopinto
grupo, los estadounidenses se hicieron sentir, eran abrumadora mayoría. El
pronto gol de Clint Dempsey les dio otra razón para exhibir su fuerza. “¡U-S-A!
¡U-S-A!”, gritaron de inmediato hasta convertirse en un coro unísono. Al menos
en ese aspecto, ya el viaje empezó a valer la pena. Jurgen Klinsmann y sus
muchachos les dieron a los vacacionistas razones adicionales para divertirse en
Copacabana.