CUIABÁ
En Brasil 2014 se ha dado el fenómeno de las invasiones de
hinchadas suramericanas. Argentina, Colombia y Chile se han apoderado de
estadios y ciudades enteras, opacando incluso a los propios brasileños en su
hogar. Las distancias y los costos han hecho más complicada la presencia de
aficionados europeos, siempre numerosos en otras ediciones, y ha favorecido la
de los vecinos continentales. Pero en encuentros como el de Nigeria contra Bosnia-Herzegovina,
la situación fue diferente y, por tanto, permite ilustrar mejor la diversidad
que suele haber en estos choques de la gran cita del fútbol universal.
Aparte de los aventurados grupos de nigerianos y bosnios que
viajaron hasta Cuiabá para apoyar a su selección y que hicieron mucho ruido en
las inmediaciones del estadio y en la Arena Pantanal durante el juego, la mayor
parte del público asistente era brasileño. El orgullo local salió a relucir,
pues varios exhibieron la camiseta del equipo Cuiabá Esporte Clube y a ratos dedicaron
cánticos a la ciudad. Muchos otros se hicieron escuchar con fuerza con el
tradicional “Sou Brasileiro”. Pero entre las 40.000 personas que asistieron, la
diversidad reinó. Los venezolanos no perdieron la oportunidad de llevar puesta
la camiseta vinotinto o algún artículo con la bandera nacional. Japoneses y
colombianos, que llegaron con anticipación para el partido del martes, se dejaron
ver de una vez en el estadio que será sede de ese gran choque. Y así le podía
ocurrir a cualquier otro amante del fútbol que decidió que un partido del
Mundial, cualquiera que sea, bien vale la pena un viaje a un lugar distante
como Cuiabá.
Brasil 2014, con los elevados costos de traslados y
hospedaje, ha provocado que se noten muchos asientos vacíos en sedes distintas
a Sao Paulo o Río de Janeiro, que son las que prácticamente todos los
visitantes querían conocer. Pero en esos encuentros en los que no participa una
selección suramericana con una hinchada numerosa, también se ha podido apreciar
esa mezcla de aficiones, nacionalidades e intereses que le da un matiz hermoso
de hermandad a un partido de fútbol en las tribunas e igualmente fuera de
ellas, como se pudo observar en la larga caminata de salida del estadio a las
avenidas cercanas, con nigerianos disfrutando con un baile de tambor,
colombianos anunciando la feliz invasión del martes y brasileños celebrando, en
la calle y desde sus casas, que esta fiesta ha llegado a una ciudad previamente
desconocida para el mundo.