Hace dos semanas había dudas. Debía ser el torneo de Brasil, el momento de Neymar, pero no había confianza y en cambio sí un gran obstáculo: España, la gran favorita, campeona de Europa y el planeta. El camino a la final mostró el auge brasileño pero ayer, con una velocidad desconcertante como la que abrumó a la Roja, los anfitriones apartaron las sombras y se llenaron de certezas en el mejor momento para así poder revivir viejas glorias en el Maracaná y devolver al estadio y a esta selección al sitio que siempre sintió suyo: la cima del fútbol.
Fue la noche de Neymar, que ahora llegará a la liga española con unas credenciales para respetar todavía más. También de Fred, que a fuerza de goles convierte a críticos en creyentes. Y fue la noche del orgullo para el resto de los brasileños que ven en este deporte su razón de ser.
Con protestas en las calles y problemas logísticos que ponen en alerta a los organizadores para el próximo año, parecía que la Copa Confederaciones podía ser una pesadilla para Brasil. Pero el fútbol genera emociones tan grandes, que un país molesto por muchas razones encontró un solo motivo para unirlos en una gran fiesta.
Así fue la noche en Río de Janeiro y en todo Brasil: una gran celebración desde que comenzó el encuentro. No había terminado de cantar el Maracaná el himno a todo pulmón con más de 73.000 intérpretes, cuando la misma energía que parecía emanar de las gradas empujó a España contra su arco en el campo.
Así fue la noche en Río de Janeiro y en todo Brasil: una gran celebración desde que comenzó el encuentro. No había terminado de cantar el Maracaná el himno a todo pulmón con más de 73.000 intérpretes, cuando la misma energía que parecía emanar de las gradas empujó a España contra su arco en el campo.
Fue la electricidad que convirtió la pierna de Fred en un resorte que se disparó apenas tocar el suelo y sorprendió a Iker Casillas en un balón aparentemente perdido. Y de pronto Fred se la devolvió al público con un abrazo estremecedor en la parte baja de la tribuna principal, junto con sus compañeros, todos mezclados entre los afortunados fanáticos. Pareció una escena de otros tiempos. Había una conexión con el público y Fred la materializó, la hizo física.
Era apenas el minuto 2 y así comenzaba también la pesadilla española. Nada parecía salirle bien. Brasil se acercaba peligrosamente al 2-0. Y cuando Pedro finalmente tuvo la oportunidad de emparejar el partido al superar a Julio César, David Luiz le sacó el disparo en la raya, la única jugada que podría haber cambiado el encuentro.
Era apenas el minuto 2 y así comenzaba también la pesadilla española. Nada parecía salirle bien. Brasil se acercaba peligrosamente al 2-0. Y cuando Pedro finalmente tuvo la oportunidad de emparejar el partido al superar a Julio César, David Luiz le sacó el disparo en la raya, la única jugada que podría haber cambiado el encuentro.
Llegó entonces Neymar y aseguró el título y su premio como Balón de Oro del torneo con un zurdazo impecable, justo antes del descanso. Y al regresar al campo, a Fred le volvió a tomar dos minutos anotar para encender las gradas totalmente amarillas. Los aficionados se dedicaron desde ese momento a cantar y celebrar, el choque había durado 47 minutos.
España ni siquiera pudo acertar un penal, que lanzó desviado Sergio Ramos y Julio César, además, se negó a concederles el gol de la honra, con espectaculares atajadas en el final del partido.
España ni siquiera pudo acertar un penal, que lanzó desviado Sergio Ramos y Julio César, además, se negó a concederles el gol de la honra, con espectaculares atajadas en el final del partido.
El techo del Maracaná se iluminó de verde y amarillo. La fiesta fue completa dentro del estadio, aunque muchos otros afuera esperan que la celebración de un país no sea sólo por el fútbol. Mientras tanto, les quedará a todos el orgullo de volver a ser los mejores en la actividad por la que siempre se les ha reconocido en el mundo.
(Nota escrita para la edición 1/7 de El Nacional)