Que la selección Sub 17 de Venezuela haya clasificado al hexagonal final del Suramericano luego de haber permitido goles en apenas uno de sus cuatro compromisos de la fase de grupos es más que una estadística; es casi un homenaje al entrenador Rafael Dudamel, experto en dejar en cero a los rivales cuando defendía la portería de la Vinotinto o de los clubes en los que jugó.
No obstante, la verdadera huella de Dudamel en esta primera oportunidad como técnico de un combinado nacional se ha evidenciado en el carácter competitivo de los muchachos que ha adiestrado. Porque aunque por momentos faltó juego fluido, perjudicaron los errores arbitrales o se ausentó el gol, esta Vinotinto juvenil nunca perdió el norte de lo que estaba haciendo y cómo podía conseguirlo a pesar de los obstáculos; y honestamente no hay otra manera de lograr una victoria y dos empates con una producción ofensiva de un gol en cuatro juegos, algo que con seguridad Dudamel intentará mejorar con su grupo en este hexagonal, pero con la satisfacción de saber que en muchos otros aspectos del juego, este equipo fue fiel a la filosofía de su entrenador y superó expectativas.
Si ha existido un jugador que ha defendido esa camiseta con tanta pasión competitiva es Dudamel. Desde que se dio a conocer como juvenil, hizo del arco su dominio y fue tan feroz para defenderlo como sus muchachos lo han hecho ahora en Argentina.
La personalidad del otrora guardameta siempre fue gran parte de su éxito. Decidido, extrovertido y con la confianza de quien se sabe destinado a cosas mejores, el portero se acostumbró a marcar la pauta. Antes de la aparición de Juan Arango, Dudamel era el estandarte del fútbol venezolano en el exterior, el nombre repetido en las naciones vecinas.
Dudamel, además, fue el portero y líder de la generación de Mar del Plata, aquel grupo que en 1996 tuvo una gran actuación en el Preolímpico al finalizar en el cuarto lugar y sentó las bases del "boom vinotinto", pues tuvo como compañeros a José Manuel Rey, Luis "Pájaro" Vera, Luis Vallenilla, Ruberth Morán y Gabriel Urdaneta, entre otras figuras que posteriormente fueron emblemas del combinado de mayores durante tantos años.
La seguridad de Dudamel dejó momentos memorables en tandas de penales con Deportivo Cali y Millonarios, y varios goles en su carrera como ejecutor de tiros de castigo y faltas directas, siendo el más recordado el tiro libre que le anotó a Argentina en Pueblo Nuevo en un choque del premundial en 1996.
Como legionario abrió puertas, tuvo el honor de disputar una final de la Copa Libertadores con el Deportivo Cali y ganar una Copa Merconorte con Millonarios. Con la selección Sub 17 jugó el Suramericano en 1988, el primer paso de una carrera con la Vinotinto que lo vería ser parte esencial de su historia como el mejor arquero que tuvo, a pesar de la presencia de otros grandes colegas, y que le permitió disputar cuatro ediciones de la Copa América y tres eliminatorias.
Líder en el campo y también fuera de él, como lo demostró al representar a la selección en muchos de sus reclamos por mejorar sus condiciones para competir, Dudamel demostró con su fuerte personalidad que no estaba dispuesto a ser segundo de nadie. Esa competitividad se reflejó incluso en la famosa lucha por el arco vinotinto con Gilberto Angelucci, una rivalidad que sacó lo mejor de ambos porteros durante años.
Esas ganas intensas de luchar, demostrar y ganar son las que hoy inculca Dudamel a una generación que también quiere dejar huella. Clasificar por primera vez a un Mundial Sub 17 sería otro de los hitos a sumar, ahora como técnico, al gran currículum de un pionero y competidor nato como Dudamel.
(Columna escrita para la edición 14/4 de El Nacional)
domingo, 14 de abril de 2013
El gen competitivo de Rafael Dudamel
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