La Vinotinto debía jugar un amistoso en la fecha FIFA que se acaba de cumplir en la semana. Ese era el plan del cuerpo técnico y también de la Federación Venezolana de Fútbol, y con una sede elegida: Alemania. Sin embargo, nada de esto pudo concretarse, y había que tomar una decisión, pues en un momento crucial de la selección en la eliminatoria y en su historia, el crimen habría sido quedarse de brazos cruzados y sin actividad.
Aparecieron entonces los módulos de entrenamiento y lo más interesante que surgió de este caso fue el debate sobre la conveniencia de tener partidos o prácticas en estas breves reuniones que pauta el calendario internacional. Se creó una discusión sobre la ventaja de calibrar al equipo en un partido intenso o de aprovechar el tiempo para repasar e introducir conceptos en el grupo con calma. Y en este aspecto hay opiniones encontradas y válidas.
Pero antes de fijar posición al respecto, hay algo que también queda claro tras este hecho. Que termine siendo un feliz accidente o no quizás dependerá, en la opinión general, de los resultados que lleguen en marzo y seguramente parte de la culpa o del mérito de los marcadores contra Argentina y Colombia se vinculará con esa ausencia de un partido de fogueo contra otra selección y la realización, en su lugar, de los módulos de entrenamiento en Madrid y Caracas.
Esa sería una evaluación hecha por conveniencia, porque lo cierto es que la dificultad de estos partidos resaltará las bondades de la Vinotinto o confirmará sus carencias más allá de lo que sucedió en febrero, con una decisión que aunque seguramente tiene un efecto, no será más determinante que el plan que proponga César Farías en cada partido, las jugadas puntuales y decisivas en cada área que tenga la Vinotinto o los aciertos y errores de dos rivales de gran peso.
Valorar si en otra ocasión, y no por emergencia, conviene realizar entrenamientos cuando la mayoría de los combinados juegan amistosos es un buen debate. En primer lugar, hay que reiterar que esta fue una decisión tomada luego de no poder cumplir con el primer objetivo. Por lo tanto, es obvio que la norma es tener amistosos y así seguirá siendo.
Hay implicaciones más allá del beneficio deportivo porque, por ejemplo, un club podría alegar que si no hay un encuentro de preparación como lo estipula FIFA en su calendario, no está obligado a ceder al jugador. También está el aspecto económico, porque un amistoso puede reportar beneficios o al menos cubrir los costos, pero un módulo es únicamente un gasto.
No obstante, como alternativa para una próxima fecha que resulte incómoda con largos traslados, este experimento del entrenamiento en fecha FIFA puede ser un verdadero hallazgo. Obligar a muchos jugadores a viajar miles de kilómetros para llegar, dormir poco, realizar un entrenamiento y jugar, no es la mejor opción para fijar ideas, pero así son la mayoría de las fechas FIFA.
Si se tratara de un equipo como el Barcelona, con una idea de juego inalterable y un grupo homogéneo que rara vez cambia de intérpretes, es lógico asumir que en cualquier circunstancia será mejor que jueguen un partido y no que entrenen.
Pero en el caso de la Vinotinto, especialmente tras una larga pausa y con la mira puesta en un año en el que tendrá poco tiempo para hacer ajustes, es válido pensar que esta solución podía ser mejor que un amistoso con Guinea, Moldavia y tantos rivales que en el pasado se han criticado por no tener la calidad necesaria para realmente contrastar el nivel de la Vinotinto.
Así que, independientemente de la opinión que tenga al respecto, no conviene descartar tan rápido este peculiar experimento.
(Columna escrita para la edición 10/2 de El Nacional)