domingo, 20 de enero de 2013

Comenzar por el final


El último partido reflejó el motivo de la decepción por el desempeño de la Vinotinto Sub 20 en el Suramericano de Argentina, que terminó el viernes con una dolorosa eliminación.
Con la urgencia de la victoria como única opción, Venezuela se mostró más suelta, atrevida y colectiva que en los tres partidos anteriores. La inclusión de Juan Pablo Añor en el once titular también fue un factor clave, pero más determinante fue la situación al llegar a ese decisivo partido contra Uruguay.

Puede uno atreverse a pensar que si el Suramericano hubiese empezado al revés, con ese empate 2-2 con los charrúas como debut, difícilmente la Vinotinto habría sido eliminada. Es un ejercicio de imaginación inútil, pero que permite ilustrar un punto: la propuesta pareció siempre condicionada por el partido anterior o por el equipo que anotara primero en el juego en vez de observarse una muestra, en cuatro choques, de una idea única, de un estilo y propuesta diseñada para los jugadores convocados.
Ir al Mundial no era una obligación. Tampoco avanzar de grupo. El éxito obtenido en 2009 en el Suramericano organizado en el país fue una oportunidad única que recibió Venezuela y que fue aprovechada.

Se necesitó que Rafa Romo tapara un penal de último momento, es cierto, pero también Venezuela dejó evidencias claras durante aquella fase de grupos de que no había sido menos que sus rivales y que ese cupo en el hexagonal final no era un golpe de suerte. Obtuvo resultados, pero también se apoyó en su propuesta, en el juego, en una progresiva mejoría para lograr la hazaña de clasificar al Mundial de Egipto.
Nadie pretende que ese éxito se repita en cada edición. No es una obligación, es simplemente un deseo lógico de confirmar un avance. La decepción actual no tiene que ver exclusivamente con el resultado, algo que puede depender en muchas ocasiones de una parada milagrosa como aquella de Romo. Si alguna otra pelota hubiese encontrado la vía hacia el arco uruguayo, el pase al hexagonal se habría conseguido. Pero quizás apenas ese partido habría hecho justicia al talento venezolano por encima de un marcador.

En la verdadera secuencia de partidos en el Suramericano, Venezuela se vio timorata excepto al final. Venció a Ecuador con orden, en un partido correcto, en el que aprovechó un oportuno golazo de Josef Martínez para, a partir de la ventaja, escribir el guión con la ansiedad del rival. Con tres puntos en la bolsa y los demás resultados combinándose siempre a favor, Venezuela parecía destinada a avanzar.
Pero se desordenó contra Perú y se reajustó contra Brasil en dos partidos diferentes aunque con algo en común, más relevante que un penal en contra: desdén por el manejo de la pelota, por la asociación y la elaboración en las jugadas. Algo que la Vinotinto de mayores apreció cada vez más durante sus últimos dos años y que, aunado al orden e intensidad defensiva, le ha permitido soñar con pies en la tierra con la meta más grande.


Marcos Mathías es parte de un cuerpo técnico probado. Como técnico de la Sub 20 no ha tenido éxito en dos ediciones, pero junto a César Farías y los demás integrantes ha dejado claro que la disposición para trabajar nunca se les podrá reprochar. Han logrado el apoyo total de la FVF para realizar módulos de entrenamiento y giras de preparación.
La exigencia ­y la posterior decepción­ en este Suramericano se basa en el deseo de ver ese talento aprovechado, más allá de los resultados. Y el mayor pesar fue ver que el día en el que mejor se aprovechó, fue tarde. Los jugadores lo dieron todo, seguro, pero la propuesta de esta Vinotinto debió haber comenzado por el final.
(Columna escrita para la edición 20/1 de El Nacional)