domingo, 30 de junio de 2013

Por el orgullo

De peinado rebelde y cambiante, Neymar prefiere salir a la zona mixta o a la rueda de prensa con una gorra volteada. De cabello escaso ahora, a Andrés Iniesta no le importa mostrar su calvicie.
Imagen de cuanto producto usted pueda imaginar aquí en Brasil, la estrella de los anfitriones protagoniza anuncios vibrantes de automóviles, calzados y colonias. Recatado y con voz baja, casi imperceptible, el mediocampista español recomienda bancos y seguros. Uno regatea desde la cuna, el otro ha sumado trucos a su repertorio con el tiempo.

Neymar e Iniesta podrán parecer extremos, pero ambos serán hoy la fantasía que necesitan sus selecciones para romper la tensión y los planes detallados que caracterizan a una final. No tendrán muchas similitudes en sus actitudes o en su carrera, pero en pocos días se unirán en el campo como compañeros de equipo en Barcelona.
Esta tarde, en el mítico césped del Maracaná, serán más rivales que nunca en un choque de poderes futbolísticos, del tradicional dominador del deporte contra el moderno dictador. Del anterior equipo del “jogo bonito” contra el que en verdad lo practica en la actualidad.

Neymar, como Brasil, necesita títulos. Iniesta, como España, se niega a romper su racha. La Copa Confederaciones es el evento de prueba para el anfitrión del Mundial, pero esta edición ha cobrado mayor relevancia para sus participantes, con cuatro campeones mundiales presentes en las semifinales. Por eso la cita actual pasó a ser un asunto de orgullo, por encima de la tradición del torneo o su pragmática razón de existir.
Y eso será precisamente esta final de hoy: un partido por el orgullo. Brasil recuerda de dos formas al Maracaná: como la sede de su derrota contra Uruguay en 1950 y como el sitio donde levantaron la Copa América 1989, también contra los charrúas. Hoy querrán remozar también los recuerdos, como lo hicieron con el estadio. Querrán que Maracaná vuelva a ser rememorado como el templo del fútbol mundial con un triunfo sobre la aparentemente invencible España.

“La mejor selección del mundo siempre es la favorita, pero mi padre me dijo de pequeño que no hay nada imposible y Brasil tiene mucha fuerza para ganar”, dijo Neymar sobre España.
Pero los vigentes campeones europeos y mundiales no sienten que su ciclo ha terminado. No se trata de 15 minutos de fama. Y si un título hace falta para terminar de sacar pecho ante todos es la Copa Confederaciones, esa que le negó sorpresivamente Estados Unidos en la semifinal de 2009. “Es un momento para cerrar un círculo de torneos con esta selección”, dijo Iniesta.

Jugar en Maracaná, contra Brasil, los ilusiona como niños, como han reconocido. Iniesta acotó: “No hay reto más grande que ganar a Brasil en su estadio”.
El público en Río de Janeiro intentará inclinar la balanza a su favor. Brasil necesitará eso y mucho más para vencer hoy. Pero más allá de estilos y actitudes, de presente o pasado, Neymar resumió el partido así: “Es la final que todos queríamos, es un día histórico para el fútbol”.

Para adaptarse
España debe recuperar a los lesionados Cesc Fábregas y Roberto Soldado, y se espera que al menos el catalán retorne al once. La lección que dio Italia servirá a los brasileños para adaptarse y a los españoles para evitar caer de nuevo en la trampa. La guerra por la posesión probablemente la ganará la Roja, pero las rápidas transiciones y el juego aéreo de Brasil son armas válidas y peligrosas. También se dará hoy la lucha por el Balón de Oro del torneo. Los seis finalistas son Iniesta, Ramos, Neymar, Paulinho, Pirlo y Suárez.

sábado, 29 de junio de 2013

Dante: “Quiero que Juan Arango venga al Mundial”


Con su simpatía como principal carta de presentación, Dante se divierte cuando escucha la pregunta sobre su amigo Juan Arango. El defensa brasileño y el capitán de la Vinotinto compartieron hasta hace un año en el Borussia Mönchengladbach.
Y aunque Dante acababa de festejar el triunfo en la semifinal de la Copa Confederaciones y viene de completar una temporada de ensueño al ganar el triplete con el Bayern Múnich, al central no se le sube la fama a la cabeza ni se olvida de sus amistades.

“Claro que mantengo contacto con Juan. Él es una grandísima persona, me gusta mucho cómo es él, así que conversamos todavía cuando podemos”, afirmó Dante en la zona mixta del estadio Mineirao, en Belo Horizonte, tras vencer a Uruguay y confirmar su boleto a la final del torneo, que se jugará mañana en el Maracaná, en Río de Janeiro.
Al ex compañero de Arango le encantaría poder recibirlo dentro de un año, cuando se juegue el Mundial acá, y con el zurdo también como participante. “Sí hablamos de eso, él siempre me comentaba cómo les iba y yo le deseaba suerte. Ahora creo que están en el quinto puesto. ¿O sexto? No, quinto, claro. Yo siempre le digo “vamos, vamos, que sí se puede”. Sería algo histórico ver a Venezuela en un Mundial y estaría muy contento de que él y su país puedan llegar, que conquisten algo tan importante. Él es el capitán, además, así que sé que es un gran sueño por cumplir”, comentó.

Al pedirle que hablara de Arango como amigo y como jugador, Dante de inmediato acotó con una gran sonrisa: “Es grande en los dos aspectos. Porque como persona es muy tranquilo, siempre está calmado, le gusta mucho estar con su familia. Y en el campo es un maestro, es increíble cómo le pega a la pelota. Para mí no hay alguien que le pegue así en la Bundesliga, eso es seguro”.

jueves, 27 de junio de 2013

Alivio y venganza para Brasil


Paulinho consiguió la revancha. La celebración de Luiz Felipe Scolari, de todos sus dirigidos y del público en Belo Horizonte fue un guiño a aquel Maracanazo, a la venganza lograda y a la alegría de poder evitar un capítulo similar, un posible “Mineirazo”. Parecía un festejo digno de la final del Mundial y, honestamente, para ellos lo fue.
Aquel marcador 2-1 se repitió, la sensación de temor que debió existir en el Maracaná también, pero esta vez fue Brasil el que terminó victorioso. El camino del scracht hacia su redención, hacia el retorno a la élite del fútbol, continúa en esta Copa Confederaciones.

“Soy brasilero, con mucho orgullo, con mucho amor”, cantó el público con fervor para festejar el triunfo y el boleto a la final de esta Copa Confederaciones que ha perjudicado su imagen como país por un sinfín de protestas pero en cambio ha mejorado mucho su reputación como selección.
Si Brasil da el último paso y se titula campeón, bien sea contra Italia o más significativo aún si es España el rival, entonces podrá volver a sentir que domina el deporte como hasta hace algunos años se daba por cierto, como hoy le ocurre a los españoles.

Toda esta alegría no llegó sin sufrimiento para el pueblo brasileño. Uruguay mantiene su identidad de peleador callejero e infunde el mismo temor, sobre todo ante un conjunto que está empezando a encontrarse y un público al que le da miedo creer todavía. Porque fueron muchos los pasajes en los que los aficionados se quedaron callados, al preguntarse si era posible ver otra vez una desgracia como la ocurrida en 1950 en Río de Janeiro.
El penal sentenciado contra Brasil al minuto 14 confirmó todos los miedos. Pero Julio César se encargó de empezar a cambiar la historia al taparle el tiro a su ex compañero del Inter de Milán, Diego Forlán. La gente en el Mineirao celebró con euforia ensordecedora, pero se calmó luego ante la inefectividad de su equipo, mientras Uruguay hacía de las suyas: defendía, contraatacaba, molestaba y buscaba el error. Bien conoce esa receta la Vinotinto, que la sufrió en Puerto Ordaz recientemente.

El público se desesperaba, no más que Scolari claro, y desde las tribunas llegó el cántico: “Neymaaaar, Neymar”. Y justo en ese instante el nuevo genio brasileño recibió un gran pase largo de Paulinho, controló la pelota con el pecho y sacó un remate que forzó a Fernando Muslera a desviar para que entonces apareciera el más oportuno de los brasileños, Fred, que marcó el 1-0 que parecía encaminar el partido para los locales.
Sin embargo, el error que esperaba Uruguay llegó. El anfitrión se enredó la vida en el área al no saber despejar un balón y un pésimo pase de Thiago Silva a Marcelo le abrió la puerta a Edinson Cavani para robar y anotar a pocos metros de Julio César.

Con cada minuto, la tensión le ganaba al público. La prórroga sólo sería la prolongación de una tortura. Hasta que el cabezazo de Paulinho los liberó del sufrimiento y espantó los fantasmas de 1950. Uruguay, esta vez, no pudo aguar la fiesta.

Dani Alves: “Quiero ir contra España”

En la zona mixta, hubo mezcla de alivio y alegría en los brasileños. “Sabía que la marca sería dura, que tendríamos dificultades y las superamos. Estoy feliz por ir a la final” dijo Neymar. “Me alegró poder contribuir con el gol y ese pase”, dijo un modesto Paulinho, que negó conocer aún su destino en un club europeo. Julio César admitió la importancia de su atajada en el penal: “Fue un golpe anímico”. Y Dani Alves matizó la tensión previa: “No estuvimos en el Maracanazo. Esa era una presión más externa que interna”. Y escogió rival: “Me gustaría jugar contra España, tengo amigos ahí y sería una linda final. Un honor poder jugarla”.

miércoles, 26 de junio de 2013

Revancha en Belo Horizonte


La semifinal de hoy contra Uruguay en Belo Horizonte es para Brasil una inevitable evocación de aquella final de resultado trágico en el Mundial de 1950 celebrado en su hogar. A falta de un año para que el Mundial regrese a su país, para el scratch este partido puede significar un golpe moral: la revancha esperada o una nueva sorpresa en el peor momento.
En esta Copa Confederaciones, volver a enfrentarse con su verdugo en suelo brasileño renueva la rivalidad que siente el aficionado local, y eso se nota en las palabras que se cruzan con los habitantes de Belo Horizonte. El choque de esta tarde sólo habría tenido mayor dramatismo si los uruguayos hubiesen esquivado este cruce y demorado el reencuentro hasta la final del domingo, en el mismo Maracaná donde se escribió la leyenda.

Pero a sabiendas de que Brasil tiene también otras revanchas que ganar, el seleccionador Luiz Felipe Scolari eludió la comparación. “Eso fue en 1950. En aquel partido fueron mejores. No hay nada psicológico tras eso. Este es un clásico suramericano”, acotó el avezado entrenador, que se animó mucho más a conversar cuando las preguntas en la sala de prensa del estadio Mineirao se enfocaron en la otra gran revancha de Brasil: su aparente regreso a la élite futbolística con un mejorado juego y la necesidad de probarlo justo antes de su mayor reto: el Mundial del año próximo. “Tenemos un equipo fuerte, y quizás la gente no estaba seguro de ello hasta este torneo”, afirmó.
Sin embargo, la recuperación brasileña necesita al menos esta victoria para consolidarse. Y Scolari sabe que Uruguay es un comprobado aguafiestas, porque ha participado en la eliminación de los tres anfitriones de los últimos torneos en los que ha participado: Venezuela (Copa América 2007), Suráfrica (Mundial 2010) y Argentina (Copa América 2011).

Elogio para Venezuela.
En su valoración de Uruguay, Scolari habló de la calidad superlativa de Edinson Cavani, Diego Forlán y Luis Suárez, además del trabajo sostenido de su colega Oscar Tabárez con prácticamente el mismo grupo desde el Mundial 2010. Pero también incluyó a la Vinotinto en el halago: “Tenían que superar a Venezuela en la eliminatoria y lo hicieron. No es fácil vencer a Venezuela ahora, tienen un buen equipo y un buen técnico. Pero Uruguay lo consiguió, superaron ese partido y han mejorado en este torneo”.
Hoy se sabrá si ese buen momento charrúa alcanzará para dar otro golpe histórico, un “Mineirazo”, o si Brasil finalmente vengará en casa aquella ofensa.

lunes, 24 de junio de 2013

La prueba que Brasil quiere superar en la Copa Confederaciones

Sábado 15 de junio, 10:00 de la mañana. En la "Cidade das Artes", complejo cultural ubicado en Barra da Tijuca en Río de Janeiro, dos colas de aficionados esperaban con ansias el inicio de la entrega de los boletos para la Copa Confederaciones en esa ciudad, en especial quienes verían al día siguiente el México-Italia, el primer choque de un torneo oficial en el remozado Maracaná.
Luego de descubrir la pequeña y escondida puerta de acceso al complejo debido a los trabajos de construcción de las vías adyacentes, la confusión sería mayor para los aficionados al preguntar en cuál de las dos líneas deberían estar.

En las semanas anteriores, FIFA había enviado correos advirtiendo que debían intentar recoger las entradas con días de antelación al partido para evitar aglomeraciones, y se les sugería que anunciaran mediante una cita programada cuándo y dónde recogerían su ticket para agilizar el proceso (con la impresión previa del boleto) y evitar las largas colas que podrían tener que soportar quienes llegaran sin dicha cita.
En la "Cidade das Artes"había en efecto dos colas: una increíblemente larga y una muy corta (de 15 personas quizás a esa hora de la mañana). La confusión de quienes sí hicieron la cita era lógica: ellos tenían la fila más larga. Y una vez que los aficionados de la fila corta recogían su entrada y bajaban las escaleras mecánicas para salir, recibían un abucheo de quienes aceptaron el consejo de los organizadores y encontraron esa decepcionante sorpresa.

Este fue uno de los varios ejemplos que dejó el arranque del torneo en Río de Janeiro de algo que al final puede determinar el éxito o fracaso de los organizadores: nunca subestimar la magnitud de un Mundial. La verdadera importancia de la Copa Confederaciones radica precisamente en este aspecto logístico: es el mejor ensayo para lo que sucederá un año después.
Desde que la FIFA convirtió a este torneo irrelevante en una prueba para el país organizador del Mundial, ha logrado asegurar el correcto desempeño de la nación sede de la magna cita.

Alemania olvidó la vergüenza de la falla en el techo del estadio de Frankfurt en 2005 para ser quizás el mejor anfitrión de la historia de los Mundiales en 2006. Suráfrica, entre tantas dudas, ajustó lo que necesitaba en la Confederaciones para terminar sorprendiendo a muchos en 2010.

Si Brasil se queda con la impresión de que su única preocupación ahora son las protestas en las calles, podría sufrir mucho más en 12 meses. Porque el aficionado visitante también puede tornarse violento si las condiciones de seguridad no son las correctas. Y porque muchos otros viajeros, más que temerosos por las revueltas, pueden asustarse por los elevados precios de los hoteles y traslados en el país anfitrión, otra forma de fracaso que en pequeña medida sufrió Suráfrica hace tres años.

Dentro y fuera del estadio. Ver al Maracaná es ser testigo de la historia del fútbol. Llegar a sus puertas es completar un peregrinaje futbolístico. Y la nueva cara del estadio es uno de los argumentos que permite pensar que Brasil está listo para el Mundial. Adentro, el recinto poco tiene que envidiarle en comodidad y servicios a los extraordinarios estadios alemanes y surafricanos que albergaron los partidos de los dos Mundiales previos. Sin embargo, afuera el panorama cambia, y no se trata solamente de los trabajos urbanísticos y de paisajismo que no han sido concluidos alrededor del Maracaná. En los días de partidos, el comité organizador local dispuso que los aficionados utilizaran una de las tres estaciones de Metro que permiten caminar hasta el estadio: Maracaná (la más cercana), Sao Cristovao y Sao Francisco Xavier. Dependiendo del lado de la tribuna en el que estaba, el fanático debía llegar e irse por la estación asignada, de acuerdo con lo indicado en carteles distribuidos en todas las estaciones del Metro.

Sin embargo, una vez que el aficionado llegaba al estadio, nadie se cercioraba de que realmente había utilizado la estación programada. Esto produjo que al concluir el México-Italia, la gran mayoría de los 73.000 asistentes decidieran irse a la estación más cercana, Maracaná, y la impresionante aglomeración de personas produjo una peligrosa procesión multitudinaria de más de una hora por una pequeña pasarela y una escalera improvisada que puso a prueba la paciencia de la gente y de los efectivos policiales que intentaron guiar al público a salvo a las puertas del Metro, no sin antes cruzarse todos con un grupo de los manifestantes que ya se han apoderado de las calles en esta Copa Confederaciones.

Más que fútbol. Brasil es una de las potencias económicas de América y el planeta, y en su esfuerzo por querer demostrar su progreso acaparó las principales competencias deportivas del momento. Después de la Copa Confederaciones vendrá el Mundial 2014 y luego los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro en 2016, sin contar la Copa América que le tocaba en 2015 y que cambió con Chile para poder postergarla hasta 2019. Pero para poder salir airoso de este reto organizativo, no basta la gran cantidad de dinero que han gastado en instalaciones deportivas.